agencias
El papa Francisco realizó ayer un tour por las tierras del Padrino. Desde Campania, una región de Pompeya al sur de Italia, conocida por la fuerte operación de la organización mafiosa la Camorra, para luego ir al barrio de Scampía, una de las zonas con altos índices de pobreza y también estrecha relación con la mafia.
En Pompeya fue recibido con gritos y aplausos por miles de personas, donde brindó un discurso que los medios locales calificaron como uno de los más duros de su carrera. “Cuánta corrupción hay en el mundo. ¡La corrupción apesta! ¡La sociedad corrupta apesta! ¡Un cristiano que deja entrar adentro suyo la corrupción no es cristiano, apesta!”, afirmó el Sumo Pontífice.
Jorge Bergoglio no tuvo contemplaciones con los napolitanos al instarlos a reaccionar “con firmeza contra las organizaciones” criminales para que “el mal no tenga la última palabra”. También instó a los mafiosos a que se conviertan y “se dejen invadir por el amor y la justicia”.
Rodeado de decenas de niños que coreaban su nombre, se sacaban selfies con él y que interrumpieron por momentos su discurso, Bergoglio se refirió a Nápoles como una ciudad en la que “se ha intentado crear una ‘tierra de nadie’, un territorio en manos de la llamada microviolencia” en el que el día a día está lleno de dificultades y de “duras pruebas”.
Argentino admirador. Por la tarde, el Pontífice almorzó con un grupo de noventa presos de la cárcel de Giuseppe Salvia de Poggioreale, entre los que había transexuales y enfermos de sida, dos de los cuales pudieron hacerle preguntas. El primero fue el argentino Claudio Fabián Astorga, quien le dijo: “hemos sido olvidados por otros: gobierno, instituciones, excepto por Dios, Jesucristo y por la Iglesia. Yo personalmente pensaba que tenía fe y conocía a Dios, pero no era así. Aquí en la cárcel he encontrado a Dios y al Señor Jesús a través de las catequesis semanales, la misa del domingo y la lectura de su libro Mente abierta, corazón creyente, que me ha mandado mi madre desde Argentina”.
“¿Cómo se puede hacer para poder continuar y alimentar esta fe cuando sea libre, con las tentaciones que me esperan y sin las ayudas espirituales de quien me acompaña en la cárcel?”, le preguntó, al Santo Padre, el argentino, casado y con dos hijos, que cumple condena en la cárcel desde hace dos años. El Papa le respondió su pregunta con mucha calidez: “A veces sucede el que uno se siente desilusionado, descorazonado, abandonado por todos: ¡pero Dios no se olvida de sus hijos, no los abandona nunca!”.
El viaje concluyó finalmente con una reunión con jóvenes y familias de Nápoles en el paseo marítimo Caracciolo de Nápoles, donde abordó diversos temas de interés social como la eutanasia, la crisis, el desempleo juvenil o la marginación de los ancianos en toda la sociedad.
Francisco logró ‘un milagro’ a medias
El día anterior a la visita del Papa, los vecinos de Nápoles se preguntaban si Francisco iba a poder hacer el milagro y disolver la sangre de San Genaro, patrón de Nápoles. Se trata de un rito popular que se repite anualmente desde hace 400 años en ocasión de la fiesta del patrono de la capital del sur de Italia. Mientras Benedicto veneraba sus reliquias, sucedió: la sangre se licuó, pero parcialmente. Francisco se sorprendió con este acto que no había sucedido en las visitas anteriores a la ciudad de Juan Pablo II, ni del papa emérito Benedicto XVI. Se trató de un extraordinario “milagro”, anunció el cardenal napolitano Crescenzio Sepe. Tras el hallazgo, el Pontífice bromeó respecto a que sólo se había licuado a la mitad: “El obispo asegura que la mitad de la sangre se licuó. Se ve que el santo nos ama a medias. Tenemos que convertirnos más para que nos ame más”, comentó con humor. La historia cuenta que esto sucede durante visitas importantes de monarcas, religiosos y figuras eminentes que les rinden homenaje a las reliquias.