Desde Estambul
En el 562 aniversario de la conquista de Estambul por el Imperio Otomano –la caída de Constantinopla en 1453–, el presidente Recep Tayyip Erdogan llamó a Turquía a votar por el Partido Justicia y Desarrollo (AKP), en un gran acto político que entró en el Guinness de los récords. En la recta final para los comicios del próximo 7 de junio, el jefe de Estado se metió de lleno en la campaña electoral, apoyando abiertamente al primer ministro Ahmet Davutoglu con una polémica presencia en medios de comunicación y en afiches de campaña en las calles de Estambul, Ankara y el resto del país.
Durante el mitin, se desplegó un póster gigante de 4.709 metros con los rostros de las dos principales figuras de la agrupación moderada islamista y la leyenda “la gente es suficiente para nosotros”. El oficialismo aspira a obtener una mayoría absoluta en el Parlamento y enmendar la Constitución, introduciendo un sistema presidencialista que posibilite que el ex premier Erdogan continúe decidiendo los destinos de la nación. En el poder desde 2002, el AKP propone “una nueva Turquía”, basada en la islamización de un Estado laico, pero también en la modernización de su economía y en la construcción de grandes obras públicas y de infraestructura.
Aunque se descuenta su victoria, la opinión pública está en vilo ante la posibilidad de que el oficialismo conquiste la mayoría absoluta. “Es muy claro quién es el favorito para ganar las elecciones: el AKP. Pero el punto no es quién ganará, sino cuántos miembros en el Parlamento obtendrá cada partido. La clave de estas elecciones es el HDP, el partido kurdo. Si el HDP no supera el 10%, el AKP tendrá la mayoría de los parlamentarios. Nadie espera un cambio de gobierno, pero lo que quiere la oposición es limitar el poder del oficialismo”, explicó a PERFIL el politólogo Mehmet Ozkan, graduado en la Universidad de Estambul y director del Centro Internacional para Terrorismo y Crimen Transnacional (Utsam).
Un utilitario empapelado con el rostro de Davutoglu frente a la Torre de Galata ilustraba este jueves el clima electoral que se vivía en Estambul, la megalópolis que alberga 15 millones de turcos. Pese a que la Constitución estipula que el presidente no puede participar de la política partidaria, el frenético ritmo de campaña llevó a Erdogan a tener una exposición mediática de 152 horas y 29 minutos en el último mes, en el cual participó en decenas de actos de campaña y programas de televisión. “Los partidos de la oposición no quieren un sistema presidencial. Hay una sola cosa que no está presente en esa coalición. La nación no está allí”, disparó el jueves Erdogan, al criticar al Partido Republicano del Pueblo (CHP), al Partido Movimiento Nacionalista (MHP) y al Partido Democrático del Pueblo (HDP). Las tres agrupaciones cuestionaron al mandatario por eternizarse en el poder y descartaron una eventual coalición con el oficialismo, en caso de que éste no obtenga una mayoría.
La cuestión kurda. El HDP buscará por primera vez llegar al Parlamento para darles una representación partidaria a los kurdos, una minoría que alcanza poco más del 10% del electorado en Turquía. Para eso, deberán superar el umbral del 10% del total de los sufragios, un límite impuesto en 1980 por la dictadura militar. Tras un largo y sangriento enfrentamiento entre el Estado turco y la organización armada KKP, ilegalizada y catalogada por las autoridades como terrorista, los kurdos participan por primera vez en unos comicios cruciales para sus aspiraciones políticas y para el actual proceso de paz. Si bien Erdogan legalizó el idioma kurdo e impulsó políticas de apertura para un pueblo que no tiene Estado propio, ahora critica a sus líderes y apuesta por fragmentar a su electorado.
Medios en la campaña
En una semana marcada por el enfrentamiento con la prensa, el presidente Erdogan embistió contra el diario norteamericano The New York Times, que publicó un duro editorial que cuestionó su figura. El mandatario calificó el texto como “vergonzoso” y criticó, sin mencionarlo, al Grupo Dogan, que edita el diario Hurriyet, de línea editorial contraria al oficialismo. El gobierno se quejó reiteradamente de la manera en la que The New York Times cubre el rol de Turquía en la lucha contra Estado Islámico. Según Ankara, la prensa occidental insinúa que los controles inmigratorios de combatientes de EI son laxos y posibilitan su ingreso.
Además, el gobierno se enzarzó en una polémica con el periodista norteamericano Steven Kinzer, a quien le habría retirado la ciudadanía honoraria de una ciudad turca por escribir artículos críticos con el gobierno. La alcaldesa de Gaziantep, Fatma Sahin, rechazó que Erdogan haya ordenado castigar a Kinzer, aunque admitió que ella tomó esa medida por las “injustas acusaciones” contra el presidente turco.