Al cabo de un año, las imágenes y anécdotas del Papa Francisco podrían llenar libros enteros.
Pero él mismo advierte que la “Franciscomanía” no va a durar. El 13 de marzo, tras el primer momento de sorpresa, casi todo el mundo pensó que la “luna de miel” duraría tres meses. Ha superado el año. Y resulta claro que la “revolución” del Papa Francisco está solo en sus primeros pasos.
El cambio de estilo es universalmente conocido y aplaudido. Menos visible al gran público es el comienzo del cambio de actitud de la burocracia del Vaticano y de los obispos de todo el mundo. Francisco ha dicho que no quiere “obispos príncipes”, ni “obispos de aeropuerto”, sino personas que sepan escuchar “de corazón a corazón” a todos: a los católicos que practican, a los alejados, y a quienes ni siquiera son cristianos.
Un año de sorpresas continuas a cargo de un Papa inesperado.