El proceso de paz en Colombia provocó como reacción una alianza ‘contra natura’ entre dos figuras prominentes y antagónicas de la clase política de ese país: los ex presidentes Andrés Pastrana y Alvaro Uribe, dos viejos rivales que supieron sacarse chispas en el pasado, hoy lideran juntos la campaña por el No para el plebiscito popular del 2 de octubre en el que se definirá la suerte del acuerdo alcanzado entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El acercamiento entre ambos es apenas una muestra de cómo las negociaciones con la guerrilla trastrocaron por completo el tablero político colombiano.
A principios de este mes, los dos ex mandatarios sorprendieron al aparecer juntos en un video en el que expresaron su solidaridad con la oposición a Nicolás Maduro en Venezuela. Pastrana y Uribe aprovecharon la ocasión para manifestar “preocupación por el peligro de entregarle nuestra patria a las FARC”. Aducen que el acuerdo promocionado por Santos es demasiado concesivo con la guerrilla y critican que se abra la posibilidad a que ex miembros de las FARC se incorporen a las instituciones democráticas de Colombia.
Lo curioso es que, en 2002, Uribe llegó por primera vez a la presidencia montado sobre el fracaso del famoso proceso de paz del Caguán que había liderado su antecesor Pastrana, a quien entonces acusó de haber caído en el “engaño de las FARC” durante las frustradas negociaciones. “Yo fui elegido para la paz y Uribe, para la guerra”, solía decir por su parte Pastrana. En 2012, cuando los contactos entre el gobierno de Santos y la guerrilla eran aún incipientes, llegó a acusar a Uribe de ser “el único colombiano que nunca le dio a Colombia la posibilidad de alcanzar la paz”..
Ahora las rispideces parecen haber quedado atrás. “La postura de Uribe es muy coherente con su estrategia de guerra: él siempre fue partidario de una salida militar sin concesiones ni negociaciones políticas –dijo a PERFIL Camilo González Pozo, director del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), una ONG favorable al Sí–. En cambio, Pastrana es una voz bastante solitaria dentro de su propio partido, que ya ha optado por el Sí. Su actual posición es más producto de orgullos personales que de una convicción política consistente”.
En cualquier caso, Santos toma nota del riesgo que implica tener a dos ex presidentes haciendo campaña por el No. El jefe de los negociadores por parte del gobierno, Humberto de la Calle, convocó esta semana a Pastrana y Uribe a sentarse “a conversar de manera sensata, sosegada, minuciosa y con tiempo” en un foro sobre la paz del que participa la actual administración. A dos semanas del plebiscito, el Ejecutivo busca minimizar las posibilidades de una derrota que destrozaría la carrera política de Santos.
“El plebiscito se ha convertido en tema obligado en las reuniones familiares, en el trabajo, en la calle y en cualquier ámbito público o privado –señaló González Pozo–. Las encuestas indican que pasamos de una situación de paridad a una ventaja importante del Sí, cuya intención de voto rondaría el 65%, aunque aún queda una franja considerable de ciudadanos indecisos”.
Es ahí donde la campaña por el No, y sobre todo la figura de Uribe, pueden hacer mella. La incertidumbre sobre los alcances del acuerdo se mantiene vigente en regiones donde la acción de los paramilitares es aún una realidad cotidiana. Y no basta con que gane el Sí: la ley exige además un umbral mínimo aprobatorio de cuatro millones y medio de sufragios. Cada voto que capten Uribe y Pastrana dolerá a la paz.