La “revolución Francisco” parece haber mostrado una de sus peores contracaras. Mientras la imagen global del Papa crece a fuerza de gestos imprevistos y una aparente renovación, la Iglesia católica se muestra muy lejos de los cambios esperados. Luego de más de tres meses de espera, Francia comienza a considerar que la demora del Vaticano en aprobar el plácet de embajador en favor de Laurent Stefanini tiene una sola explicación: la Santa Sede no acepta que el candidato galo sea gay.
Si bien entre 2001 y 2005 ya había integrado el equipo diplomático de Pierre Morel ante el Vaticano, Stefanini continúa sin recibir notificación alguna de Roma respecto a su candidatura, silencio que los medios franceses han interpretado -con sostenidas críticas- como un rechazo de parte de la Curia Vaticana. Según apuntó Le Monde, el cargo está vacante desde marzo, fecha en que el entonces embajador Bruno Joubert abandonó el Estado pontificio. Dos meses antes, el gobierno de François Hollande había oficializado la postulación de Stefanini, todavía jefe de Protocolo del Elíseo.
Homosexual, soltero y de bajo perfil, el candidato "fue nombrado porque es un excelente diplomático”, argumentaron desde el Ejecutivo francés. “Esperamos la respuesta a nuestra petición de consentimiento", indicaron a los medios de ese país, aunque son conscientes de que el silencio de Francisco está más cerca de un rechazo, aun cuando contara con la recomendación del arzobispo de París, André Vingt-Trois, detractor declarado del matrimonio gay y el camarlengo Jean-Louis Tauran, el prelado que diera al mundo la noticia de la designación del argentino Jorge Bergoglio.
Aunque sólo pasaron tres meses, varios consideran que ese plazo es prácticamente el doble de lo que tardaría una aprobación de parte de la Santa Sede. De hacerlo, la admisión se realiza por vías formales. Por el contrario, tradicionalmente, un “no” vaticano es transmitido a través de una excesiva dilación de los plazos o incluso mediante un silencio similar al que mantiene la Iglesia hasta ahora.
Otros negados. Francia conoce de sobra la compleja retórica vaticana. En 2007, propuso como embajador ante la Santa Sede a Jean Loup Kuhn-Delforge. Tras esperar un año, desistió de su candidatura, sin haber recibido respuestas. Aunque con un perfil público mucho más alto que Stefanini, Kuhn-Delforge -hoy embajador en Grecia- también es gay y pacsé, como se le dice coloquialmente en Francia a quienes oficializaron uniones con sus parejas a través de los Pactos Civiles de Solidaridad (PAC), equivalentes a las uniones civiles en Argentina. Antes, Benedicto XVI había rechazado la postulación del periodista y escritor Denis Tillinac. Pese a ser un ferviente católico, estaba divorciado y casado en segundas nupcias, situación similar a la del argentino Alfredo Iribarne, candidato fallido de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en 2007. Iribarne nunca tuvo respuesta. Tiempo después, el cargo fue ocupado por Juan Pablo Cafiero.
La prensa italiana coincide con la positiva valoración de los medios franceses que se han hecho eco del caso Stefanini, como Journal de Dimance, Libération, Le Monde y Le Figaro. Lo definen como un “católico practicante, muy culto y de una discreción absoluta”, según palabras del diario Il Messagero. Sin embargo, La Stampa va más allá y especula que la razón por la cual el Vaticano no tolera la designación del candidato francés radica no tanto en su orientación sexual sino en sus opiniones sobre el matrimonio gay, aprobado en su país en 2013, pese a la dura oposición de la Iglesia Católica.
Decisión personal. El vínculo entre el gobierno de Hollande y la Santa Sede parecía haberse renovado luego de que el presidente francés visitara a Francisco en 2014, en medio del escándalo nacional generado por la revelación de un amorío clandestino con la actriz Julie Gayet y la simultánea separación del mandatario de su segunda pareja, Valérie Trierweiler.
Este nuevo episodio reaviva las críticas contra la Iglesia de parte de la comunidad gay, que acusa al Vaticano de estar mostrando “su verdadera cara” con este desaire.
Según argumentaron fuentes reservadas al Journal du Dimanche, se trata de “una decisión tomada por el Papa en persona”, el mismo que en julio de 2013 sorprendiera al mundo al prometer una posible apertura eclesiástica hacia los feligreses hoy excluidos: “Si una persona es gay busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”.
(*) Editora ejecutiva de Perfil.com