En las últimas tres semanas, el gobierno de Nicolás Maduro, los dirigentes de la oposición, la comisión de tres ex presidentes que debe interceder entre ambos, la Unasur, la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) y el Vaticano entraron en un intenso juego de presiones y contrapresiones en torno a una propuesta que podría ayudar a destrabar la crisis política en Venezuela: que un representante de la Santa Sede intervenga como mediador en las negociaciones entre el chavismo y el antichavismo. Por ahora, la pelota permanece en campo de Maduro, quien demora la presentación de una solicitud formal de mediación a la diplomacia vaticana.
La participación del Vaticano fue una de las condiciones exigidas por la coalición opositora de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) para sentarse a la mesa de diálogo encabezada por los ex mandatarios José Luis Rodríguez Zapatero, Omar Torrijos y Leonel Fernández y auspiciada por la Unasur. En público, el gobierno de Maduro dijo estar de acuerdo con la iniciativa: el secretario general de la Unasur, Ernesto Samper, anunció el 21 de julio que tanto el chavismo como la oposición habían aceptado la incorporación de un representante vaticano a la comisión.
Dos días después, sin embargo, el ex vocero de la Santa Sede, Federico Lombardi, aclaró que “en el momento actual, no ha llegado ninguna comunicación formal a la nunciatura ni a la Secretaría de Estado, en la que se presente y especifique el contenido y los detalles de una solicitud de este tipo”. Al cierre de esta edición, el gobierno venezolano aún no había elevado el pedido formal. Tampoco lo había hecho la MUD, bajo el argumento de que “no se ha respondido a los otros requerimientos” opositores para empezar el diálogo, según aseveró esta semana el diputado Alfonso Marquina.
No es un secreto que el papa Francisco sigue con mucha preocupación la crisis venezolana, ni que está dispuesto a involucrar al Vaticano en la construcción de puentes de diálogo, tal como lo hizo exitosamente en el deshielo entre los Estados Unidos y Cuba. Hace dos semanas, el Pontífice reconoció que “hubo algunos contactos” con Caracas para buscar un acercamiento, aunque “con las condiciones que se ponen en este caso”. El requisito elemental es, precisamente, que se pida formalmente la mediación para evitar que se asocie a la Santa Sede con alguna de las partes.
Detrás de la demora de Maduro en presentar la solicitud se juegan múltiples y contradictorios intereses. Al gobierno le preocupa que la mediación quede bajo la influencia del Episcopado venezolano, abiertamente enfrentado con el oficialismo y de fluido trato con la oposición. El cardenal Jorge Urosa, arzobispo de Caracas, es un firme promotor del referéndum revocatorio contra Maduro. Desde la diplomacia venezolana dijeron esta semana a PERFIL que “nuestro gobierno ve con buenos ojos que se sume el Vaticano”, aunque aclararon que el mediador “debe ser alguien neutral y enviado desde Roma” y no algún representante de la Iglesia local.
Del otro lado, la MUD mueve sus fichas. La oposición quiere que cualquier instancia de diálogo quede sujeta a un compromiso del gobierno para fijar un calendario hacia el revocatorio, algo sobre lo que el chavismo no está dispuesto a transigir. Los tires y aflojes en torno a la posible mediación vaticana también giran sobre ese punto: aunque jamás lo hará público, el Vaticano ve al referéndum como una carta que en algún momento deberá ser jugada.
La presión regional también hace lo suyo. Brasil y México se apuraron a celebrar el anuncio prematuro de Samper, luego relativizado por Lombardi. La semana pasada, la canciller argentina, Susana Malcorra, dijo que “da la impresión de que estamos cerca de armar un mecanismo que incluya al Vaticano en el diálogo por Venezuela”. Una intervención vaticana sería un alivio para los gobiernos latinoamericanos, que hoy cargan con buena parte de la responsabilidad de poner paños fríos al delicado escenario político en el país caribeño.
En este marco, un hombre asoma como pieza clave en las gestiones para que intervenga la Santa Sede: el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado y jefe de la diplomacia del Vaticano. Además de ser el actual canciller de Francisco, Parolin fue nuncio apostólico en Caracas durante el último gobierno de Chávez. Conoce a la perfección la naturaleza de la crisis venezolana, así como a todos los actores involucrados en ella. Es quien dirige hoy las negociaciones para una eventual mediación. La comisión de ex presidentes espera que sea Parolin quien logre sacar a la mesa de diálogo del pantano en el que se encuentra. Aunque, se sabe, se necesitan dos para bailar el tango.