La renuncia del primer ministro griego Giorgios Papandreu, añade un capítulo más a la historia de un país marcado de amores y odios hacia sus gobernantes. Las abdicaciones y los exilios de sus reyes, las revoluciones, las disputas y renuncias del Primer Ministro o un golpe militar siempre estuvieron, políticamente, a la orden del día en los últimos doscientos años de historia en Grecia.
Desde su establecimiento como nación, por parte de las potencias europeas, en 1820, el país tuvo 7 reyes, 11 presidentes, 3 dictadores y unos 170 primeros ministros. En su mayoría, terminaron sus gobiernos de forma abrupta, y puede decirse que en Grecia hubo más golpes militares, revoluciones y renuncias de mandatarios que en Argentina.
Los hombres que se calzaron la inquieta corona griega tampoco tuvieron reinados tranquilos. Hace 150 años, el rey Otto escapaba de Grecia, feliz de salir con vida de aquel territorio revoltoso. Una serie de pasos en falso no facilitaron las cosas a este rey de sangre bávara, que nunca habló en griego y fue impopular hasta la médula.
El Ejército se sublevó. El rey y su esposa, la reina Amalia (que fue blanco de un intento de asesinato) escaparon horrorizados de Atenas. Por suerte, al llegar a Atenas, años atrás, Otto había ordenado tener una valija siempre lista, por si llegaba el caso de tener que huir de la inestable Grecia.
Sus sucesores no tuvieron mejor suerte. La llegada del rey Jorge I a Atenas, en 1863, fue multitudinaria, y la carroza encargada de llevarlo desde el puerto hasta el polvoriento palacio tardó dos horas en hacer el recorrido planeado.
La austeridad gobernó la vida familiar de Jorge I y su familia. Los visitantes siempre quedaban completamente desilusionados con la corte ateniense, centrada en un palacio frío y derruido, cuya calefacción era lograda por unos pequeños calentadores muy viejos, con sus ventanas casi sin vidrios, sus jardines arruinados.
Su reinado duró 50 años. En 1913, cuando Jorge fue a visitar Salónica por primera vez (tras una sangrienta guerra) fue asesinado en la calle por un demente. Su hijo, el rey Constantino I, reinó a duras penas durante las guerras balcánicas y la Primera Guerra Mundial, y fue expulsado del país dos veces.
Alejandro I, un “rey títere” de los revolucionarios, murió a los 27 años, víctima de la mordedura de un mono rabioso. Su hermano, Jorge II, fue enviado al exilio dos veces y volvió a reinar sobre la inestable nación otras tres veces.
La segunda vez que regresó, en 1936, en medio de la exaltación política y popular, todos se habían olvidado completamente de volver a hacer habitable el palacio. Durante años sólo había sido utilizado para ceremonias de gobierno, y no se encontró una cama por ninguna parte. El rey debió pasar dos horas en un sucio pasillo, sentado sobre su equipaje, esperando que le prepararan un dormitorio. Luego vino el exilio por invasión nazi.
El último rey de Grecia, Constantino II, fue derrocado en 1967. Su salida del país fue tan dramática, imprevista y repentina que huyó de noche y con lo puesto. La familia era acusada de “todos los males de la nación”. Seis años después, en un referéndum, los griegos votaban, por un %64, la caída definitiva de la Monarquía.
La familia de Constantino pasó los siguientes años en el exilio en Roma, recibiendo ayuda monetaria de sus parientes. “No teníamos medios para sobrevivir”, recuerda Constantino. “Nuestros bienes patrimoniales habían quedado en Grecia. Mi familia tuvo que pasar un año en Dinamarca, a expensas de los padres de mi mujer. Y yo me marché a Inglaterra, para buscar una casa y un trabajo con el que ganarme la vida...”.
Desde entonces, Constantino II es para los griegos simplemente el detestable “Señor Constantino Glücksburg”. No sin fundamentos, una humillada reina, llamada Sofía (abuela de Constantino II) describió alguna vez a Grecia como “una horrible tierra de nadie, donde reina la locura”.
(*) especial para Perfil.com.
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