Mónica Hirst es una de las especialistas en multilateralismo y cooperación más importantes de América Latina. Profesora en el Instituto de Estudios Sociales y Políticos (IESP) de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y de la Universidad Torcuato Di Tella, considera que las cartas no están echadas en la disputa por la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), donde Estados Unidos impulsa un candidato propio, mientras que Argentina, Chile, México y Costa Rica piden postergar la elección para 2021.
—¿Cómo quedará América Latina después de la pandemia?
—La región ya está y estará muy lastimada social, económica, y regionalmente. Hay una herida que se abre con esta pandemia. Estamos atravesándola de una manera muy dramática, no solo desde el punto de vista de las pérdidas de vidas y del sufrimiento de los más castigados, sino también de la exposición tan evidente y subrayada de falta de bienes públicos como la salud. Ya no veníamos bien en los indicadores económicos, teníamos contextos políticos y sociales con problemas. Las vulnerabilidades de la región, en un contexto de un regionalismo muy debilitado, muy de capa caída desde el punto de vista de las instituciones y de un ambiente con menor porosidad política e ideológica, complican y dificultan enormemente la construcción de una respuesta regional. La pandemia pone en evidencia y exacerba una incapacidad de trabajar conjuntamente.
—¿Cree que el multilateralismo sobrevivirá a Trump, la disputa entre Estados Unidos y China, y la pandemia?
—Hay muchos multilateralismos dando vuelta, de acuerdo a sus especificidades funcionales y tareas. Sin duda, el que muestra una mayor incapacidad de trabajar en términos colectivos buscando responder a la amenaza de la pandemia es el sistema de Naciones Unidas y específicamente el Consejo de Seguridad. Esto no sólo está relacionado con Trump y la negligencia y desinterés que coherentemente ha mantenido durante todo su gobierno. También tiene que ver con un nivel de fractura, de crisis y de tensiones a nivel de las potencias mundiales: de EE.UU. y China. Durante la pandemia, el oportunismo generado por estas diferencias, la construcción del enemigo, los justificativos para determinadas políticas se han exacerbado. El multilateralismo concebido después de la Segunda Guerra venía sufriendo un desgaste muy grande. Tal como fue concebido, desde una óptica liberal que pretendía proyectar una institucionalidad de inclusión de democracias, ha perdido hoy vigencia. Si gana Trump, probablemente el desgaste y la falta de recursos económicos para los actos multilaterales se profundizarán. Si gana Biden, tratará de reactivar un proyecto de esquemas multilaterales que tampoco atiende a las necesidades y realidades del sistema internacional. Hay un problema grande de crisis de liderazgo de Estados Unidos que se manifestará sea quien sea el próximo presidente.
—Trump se quiere quedar con la presidencia del BID. Pocos países se oponen, entre ellos Argentina. ¿Hay alguna posibilidad de resistencia o es una partida perdida?
—No, no creo que sea una partida perdida. Chile cambió su posición, Perú puede cambiarla, Canadá tal vez, los países europeos están repensando sus opciones. La presidencia del BID no representa sólo una tradición, sino que hubo una negociación, una construcción de un consenso interamericano que se ha mantenido y renovado con el tiempo. Cuando EE.UU. decide postular un candidato, rompe con un compromiso político que se sostuvo desde que el BID fue creado en 1959. Es muy grave, genera una situación de inestabilidad, de falta de previsibilidad y por lo tanto, de crisis. Guardando las diferencias y las implicancias, haría una comparación entre la ruptura de este compromiso y la del TIAR, que justificó la acción y la decisión de Estados Unidos en la Guerra de Malvinas. Tiene una misma gravedad desde el punto de vista comunitario. Tenemos un miembro dentro de una comunidad que no merece nuestra confianza. El candidato elegido (Mauricio Claver-Carone) es el funcionario que ha sido responsable, junto con otros en la Casa Blanca, de una política de desestabilización del gobierno de Venezuela, de asegurar un reconocimiento oficial estadounidense de un representante político que el propio sistema de Naciones Unidas no reconoce. Yo no estoy descartando todas las críticas que tengo al gobierno venezolano. Pero son temas diferentes y no se pueden mezclar. Estados Unidos no hace diferenciación. Para EE.UU. es todo lo mismo, con una argumentación anacrónica que nos lleva de vuelta a la Doctrina Monroe. Acá hay malos manejos, malas percepciones y muy malos resultados. La única manera política posible en este momento teniendo en cuenta la asimetría que tenemos con EE.UU. es el tiempo. El tiempo es un capital carísimo en política internacional, vale mucho. Necesitamos tiempo y la postergación de esas elecciones hasta después de las de EE.UU. No se está pidiendo un rechazo o una negación a una candidatura. Lo que se está pidiendo es tiempo.
—Brasil se alineó de manera total con Estados Unidos. ¿Seguirá ese alineamiento si gana Joe Biden? ¿Se puede comparar la política exterior de Jair Bolsonaro con la de Argentina en los 90?
—Compararía esta situación con la propia historia de las relaciones de Brasil con EE.UU. Si Biden ganase, no sería la primera vez que el diseño de las relaciones bilaterales enfrentara una reversión de expectativas tan brutal. La comparación que hago es lo que en su momento se llamó el Memorándum de Entendimiento entre el gobierno militar de Ernesto Geisel y el gobierno de Gerald Ford en Estados Unidos, todavía con Henry Kissinger como secretario de Estado. Curiosamente, aunque fuera un gobierno militar, la negociación del alineamiento fue hecha con más beneficios y reciprocidades que hoy en día, que tenemos un alineamiento ciego. Cuando hubo momentos de acercamiento siempre fue con la idea de que Brasil merecía un reconocimiento. Hoy en día no es reconocimiento, sino un mimetismo político ideológico. No hay un capital político que se proyecte internacionalmente. Brasil tiene una política exterior totalmente paria y de aislamiento. La vinculación con EE.UU. no es un trampolín para llegar a una proyección internacional. Es simplemente reproducir un ideario. Pero este mimetismo sufriría un revés con la victoria de los demócratas. Más aún porque ese gobierno dará mucho peso al tema ambiental y Brasil en este momento está en contravención, comete delito respecto a los consensos y a la gobernanza global en temas ambientales. Será muy fácil para EE.UU. presionar y Brasil sufrirá las consecuencias.
—Brasil parece ser un problema hoy para Argentina. ¿Cómo puede el gobierno argentino lidiar con Bolsonaro, teniendo en cuenta que Brasil es su principal socio en la región?
—No es fácil. Para Argentina y su política exterior es un desafío cotidiano. Como vos decís, es un socio muy importante, son vínculos que tienen un peso cotidiano, por eso la insistencia del gobierno argentino de que exista algo de diálogo. Ahora otra vez están hablando de un encuentro de alto nivel entre los presidentes. Pero será desprovisto de cualquier empatía, lo estricto necesario para llegar al fin del día.
—Bolsonaro está subiendo en las encuestas pese a la pandemia. ¿A qué atribuye ese fenómeno?
—A la carencia de la población brasileña. Al propio abandono producido por el gobierno, que, ahora, con las ayudas económicas generó un vínculo de atención. La situación social brasileña es muy dramática. Esta expresión financiera de ayuda tuvo un enorme impacto para la población. Y la estrategia del gobierno cambió con la salida del ministro Sérgio Moro, hubo un reacomodamiento que implicó moverse de buscar el apoyo de la clase media moralista, contraria a la corrupción, que lo había llevado a la victoria. Hubo un cambio de orientación muy pragmático del propio presidente que tuvo un enorme impacto y mejorará los resultados de los candidatos del gobierno en las elecciones municipales de octubre.
Académica
☛ Mónica Hirst es doctora en Estudios Estratégicos, profesora del Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (IESP) y docente de la Universidad Torcuato Di Tella.
☛ Cree que Bolsonaro saldrá fortalecido en las elecciones municipales en octubre y no descarta su reelección en 2022.
☛ “Desde el punto de vista de las candidaturas posibles, la amenaza para la reelección del presidente sería Lula. Pero el antipetismo es un sentimiento muy fuerte hoy en día en la clase media brasileña”, aseguró a PERFIL.