Desde París
El terrorista francés Yassim Salhi, quien decapitó a un hombre e intentó volar una planta de gas cerca de Lyon, se sacó una macabra selfie junto a la cabeza degollada de su víctima y la transmitió por WhatsApp a un número telefónico en Estados Unidos, según miembros de la fiscalía antiterrorista.
Ese elemento, junto a otras comunicaciones descubiertas en los dos teléfonos celulares hallados en su poder, tienden a confirmar que estaba en contacto permanente con el exterior. Por ahora se ignora quiénes eran sus interlocutores ni dónde residen. “Eso no quiere decir que haya recibido instrucciones para cometer ese atroz atentado”, indicó el viernes una fuente de los servicios de inteligencia.
Los especialistas que lo interrogan esperan llenar esos huecos gracias a su propia confesión. Salhi, quien mantuvo un hermetismo total durante las primeras 24 horas, “hoy empezó a hablar”, según los organismos de inteligencia.
Por lo pronto, se sabe que –si bien actuó aparentemente solo– no era un lobo solitario, contrariamente a lo que se pensó inicialmente. A través de numerosas evidencias recogidas en las últimas 36 horas, se comprobó que tenía una doble vida e integraba un grupo salafista radicalizado.
Después de haber vivido un tiempo en Besanzón entre 2000 y 2003, donde usaba barba y se vestía con chilaba, en 2014 volvió a instalarse con su esposa y sus tres hijos en un suburbio de Lyon. Desde el año pasado modificó su aspecto exterior y comenzó a usar ropa “normal”. Conservó su departamento en Besanzón y regresaba con frecuencia a esa ciudad, donde se reunía con otros musulmanes que vestían ropa de camuflaje. Una vecina los escuchó hablar de yihad (guerra santa) y de los conflictos en Afganistán, Siria, Irak y Malí, donde participan grupos islamistas radicales.
¿Plan, o no? Los expertos procuran saber si esa mutación obedecía a un plan para pasar inadvertido a medida que aumentaba su radicalización. Hoy será trasladado a la Dirección General de Seguridad Interior (DGSI), en un suburbio de París, junto con los otros tres detenidos: su mujer, su hermana y un amigo de la familia.
Los servicios de inteligencia buscan reparar los errores que cometieron desde que lo ficharon por primera vez en 2006 por frecuentar medios integristas. En 2008 dejaron de vigilarlo por falta de pruebas y medios para seguirlo y escuchar sus conversaciones telefónicas. Luego, en forma periódica, volvieron a interesarse en sus actividades, sin descubrir nada inquietante.
Ahora comprenden que nunca advirtieron que Salhi tenía una doble vida. Tampoco tuvieron conocimiento de los contactos que mantenía con un hombre llamado Alí, que posteriormente emigró a Egipto y más tarde a Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo. Alí podría ser su mentor religioso. Gracias a esos indicios, los servicios de inteligencia empiezan a sospechar que Salhi pudo haber viajado a algún país del mundo árabe para recibir instrucción militar.
Exodo de occidentales de Túnez
La matanza del viernes en un hotel sobre el Mediterráneo, en el que murieron al menos 38 personas, en su mayoría turistas británicos, ha conmocionado a los tunecinos, que temen que se acerquen horas bajas para el turismo, un sector vital de la economía del país, que emplea a 400 mil personas. El ataque, reivindicado por Estado Islámico, es el segundo contra civiles extranjeros en tres meses. El 18 de marzo, 22 personas (21 turistas y un policía tunecino) murieron en el museo del Bardo, en la ciudad de Túnez, a manos de dos jóvenes armados. El EI reivindicó también ese ataque.