El ministro de Interior, Matteo Salvini, líder de la xenófoba Lega Nord, uno de los dos socios del nuevo gobierno italiano, advirtió ayer que su país –al que hasta ahora llegaba el mayor número de migrantes por su cercanía con las costas africanas, no aceptará crear centros para recibir a los rescatados del mar.
“Los únicos centros que abriremos son para hacer devoluciones, al menos uno en cada región”, dijo Salvini.
El nuevo gobierno populista italiano, sobre todo Salvini, no cree que Italia tenga la obligación de acoger a migrantes, sino que le corresponde a otros países.
Salvini se mostró “satisfecho y orgulloso de los resultados” del gobierno italiano en la cumbre de Bruselas. Fueron aceptadas muchas propuestas de Roma, “en otras hay que seguir trabajando”, dijo. “Pero finalmente Italia salió del aislamiento y vuelve a ser protagonista”, señaló.
Por su parte, el primer ministro Giuseppe Conte se mostró conforme al final de la cumbre y dejó Bruselas adelantando que, a finales de julio, le dirá a Donald Trump, otro enemigo de la migración, que Italia “ha revolucionado la mesa” en Europa.
Conte dijo que su gobierno esperará a ver cómo se implementa el acuerdo. “No puedo confiar en las palabras, veamos qué hechos concretos hay porque, hasta ahora, siempre fue un ‘viva Europa viva Europa’, pero después paga Italia”, declaró el dirigente, aludiendo a que el grueso de los migrantes llegaba a las costas italianas.
Francia. También Francia, que junto a España fue uno de los impulsores de la creación de los centros, adelantó que no está dispuesta a que se instalen en su territorio, como declaró el presidente Emmanuel Macron.
“Francia no es un país de llegada”, afirmó el mandatario.
Macron recordó que el derecho marítimo internacional establece que las personas rescatadas en el mar deben ser trasladadas al país seguro más próximo y que los demás Estados miembro debían mostrarse más solidarios con los países de llegada.
