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La Copa es el gran tabú en la campaña para las elecciones presidenciales

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Contra lo que supondría cualquier político argentino, el Mundial de Fútbol es el gran tabú de la campaña electoral en Brasil. En lugar de pegarle a la presidenta Dilma Rousseff por las numerosas fallas y demoras en la organización, los candidatos opositores para los comicios de octubre prefieren no mencionar el tema. Lejos de intentar sacar rédito del histórico evento, la mandataria también disminuyó las referencias a la Copa del Mundo en sus discursos.

La oposición tiene abundante tela para cortar en relación con el Mundial. Retrasos en la construcción de los estadios y aeropuertos, ocho trabajadores muertos por accidentes en las obras, barrios populares desplazados para la instalación de infraestructura, gastos muy por encima de lo previsto, protestas contra la organización y cálculos de un beneficio económico para Brasil menor de lo que se estimaba componen un cuadro en teoría provechoso para los rivales de Rousseff.

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Sin embargo, la Copa brilla por su ausencia en las intervenciones públicas de los principales candidatos opositores, Aécio Neves (PSDB) y Eduardo Campos (PSB). “El Mundial es un tabú en la campaña –dijo a PERFIL el politólogo Rafael Cortez, director de la consultora brasileña Tendências–. Neves y Campos centran sus críticas en la economía y la violencia, pero prefieren no tocar el tema de la Copa porque las encuestas muestran una opinión pública dividida en torno a su realización. No está claro que hablar de eso ayude, y de hecho se les puede volver en contra”.

Por su parte, Rousseff también redujo sus menciones, sobre todo después de las manifestaciones ciudadanas del año pasado que apuntaron, entre otras cosas, contra el Mundial como prioridad en la agenda del gobierno. Más allá de las fallas en la organización, el oficialismo podría sacar a relucir que la Copa dará vigor a la imagen internacional de Brasil. En cambio, se optó por el bajo perfil.

“Hay un escenario de total incertidumbre sobre el impacto del Mundial en el resultado electoral, y por eso todos prefieren callar –explicó Cortez–. Podría disparar movimientos de protesta con consecuencias negativas para la imagen de Rousseff, que tiene 36% de intención de voto, o podría desplazar a la oposición de la escena pública y resultar beneficioso para el gobierno. Por las dudas, nadie arriesga”.