Le decían "la Emperatriz" y "la Reina de Cártago". Vestida por las grandes casas de moda, Leila Trabelsi, la ex primera dama de Túnez se ganó también el puesto de "mujer más odiada" de aquel país del norte africano mientras soñaba con una sucesión al mejor estilo kirchnerista.
Se cumplió un año de su derrocamiento. La amistad de su marido, el depuesto presidente Zine El Abidine Ben Ali, con el rey de Arabia Saudita la salvó de los 35 años de cárcel que la justicia de Túnez decidió para el matrimonio. Ahora vive un dorado exilio, rodeada de los mismos lujos, dilapidando una fortuna literalmente robada.
Según el diario francés Le Monde, antes de partir al exilio Leila Ben Alí fue en persona al Banco Central de Túnez para reclamar la entrega de 1.500 kilos de oro y después subir al avión. Los lingotes de oro y una fortuna extra calculada en 8.000 millones le estarían permitiendo vivir ahora como una verdadera emperatriz.
Fuentes diplomáticas tunecinas señalan que Leila se pasea impunemente por varios países del Golfo Pérsico -que no tienen firmado el convenio internacional de extradición- en los que sigue amasando negocios multimillonarios, al margen de las órdenes de captura de Interpol.
Desde hace años, informes diplomáticos y periodísticos situaron a Leila Trabelsi -antigua vendedora ambulante y peluquera- en la cima de la pirámide del poder en Túnez, muy por encima de su marido, con el que se casó en 1992.
Ben Alí, entonces responsable de la Seguridad del Estado, la conoció a mediados de los 80 en la comisaría donde ella estuvo detenida por un caso de contrabando de cosméticos y joyas. Fueron amantes desde dos años antes de que Ben Alí se divorciara de su anterior esposa.
Para cuando se casaron, él ya era presidente. Los medios afines al régimen no escatimaron en informes sobre la labor humanitaria y caritativa de la primera dama, quien puertas adentro, se dedicó a construir un verdadero "imperio" de la ostentación.
La organización Transparencia Internacional calcula ahora que Leila llegó a dominar entre el 30% y el 40% de la economía del país. Las ganancias se ocultaron en lujosas propiedades, depósitos bancarios e inversiones financieras en "paraísos fiscales".
Pero Leila -"la Regenta", la "Lady MacBeth de Túnez"- no se conformó con amasar una fortuna para ella y su parentela. Desde finales de los 90, fue colocando a sus allegados y hombres de confianza en posiciones de influencia en el gobierno, y ella misma pasó a adquirir más responsabilidades y más poder que el presidente.
Reelegido Ben Alí en 2009 para nuevo período presidencial de cinco años, comenzaron las especulaciones sobre los planes de una prolonganción del mandato familiar a través de Leila. Su creciente presencia en actividades oficiales dieron forma al rumor de que deseaba convertirse en la primera presidenta de un país árabe, imitando así al matrimonio Kirchner.
Un cable de WikiLeaks revelaba que, según una amiga de Leila, Ben Alí tenía cáncer, pasaba todo el tiempo "jugando con su hijo" y hacía "todo lo que su mujer le pide". En cuanto a Leila, simplemente se dedicaba a "robar todo lo que hay de valor en el país" y soñaba con "suceder a su marido en la Presidencia de Túnez".
(*) Especial para Perfil.com