La espuma del Súper Martes baja lentamente y revela las cicatrices que dejaron en las últimas horas las primarias demócratas. Con su victoria en nueve Estados, Joe Biden se confirmó como la carta del establishment para evitar la nominación de Bernie Sanders, que, por su parte, ganó en California, el Estado más grande del país, salvando la ropa en una jornada menos fructífera de lo que su comando de campaña esperaba. Los dos senadores representan alas ideológicas y culturales opuestas, que se trenzarán en una dura y larga batalla de final abierto, mientras el presidente Donald Trump disfruta del espectáculo desde la Casa Blanca, con sus comentarios más mordaces a tiro de Twitter.
Con 453 delegados, Biden lidera por el momento las primarias, seguido de cerca por el senador de Vermont, que tiene 382. Muy lejos quedaron Elizabeth Warren, con cincuenta, y Mike Bloomberg, que apenas obtuvo 44. Para ganar las primarias, los postulantes necesitan sumar 1.991 delegados de aquí a julio, cuando se celebrará la Convención Nacional Demócrata.
Biden y Sanders construyeron dos coaliciones de seguidores amplia y disímil. El ex vicepresidente de Obama es respaldado por afroamericanos, votantes cuyo promedio de edad supera los 45 años, moderados y conservadores, muchos de los cuales viven en zonas suburbanas. Se hizo fuerte en Estados del sur, pero también en Massachusetts, de donde es originaria Warren. Sanders, por su parte, arrasó entre los jóvenes, latinos y progresistas, alzándose con los principales centros urbanos.
Esa fractura amenaza al partido de cara a las presidenciales del próximo 3 de noviembre. Si ninguno de los candidatos obtiene una mayoría de delegados, podría haber una Convención Nacional disputada, en la que, tras una primera ronda de votación que no arrojara un ganador, entrarían en juego los súper delegados, líderes del partido que, según publicó The New York Times, buscarían bloquear la postulación de Sanders. El establishment demócrata parece haber aprendido las lecciones de las primarias republicanas de 2016, donde la dispersión de candidatos y su falta de cooperación despejó el camino de Trump hacia la nominación.
La división también amenaza con erosionar el caudal electoral en noviembre. Aunque hubiese una mayoría de delegados incontestable en las primarias, es incierto que el bando perdedor apoye al ganador y acuda a las urnas para desalojar a Trump de la Casa Blanca. Hoy, el obstáculo más serio para que los demócratas vuelvan al poder es cómo gestionan su grieta interna.