La captura en Buenos Aires del ex parapolicial uruguayo Nelson Bardesio, detenido el jueves pasado en su vivienda de Ituzaingó por Interpol Argentina, trajo consigo la reaparición en escena de un verdadero personaje, que en los años '60 y '70 cobrara notoriedad en Uruguay no sólo por su lucha contra la guerrilla de ultraizquierda sino también como árbitro de fútbol.
Se trata del inspector general retirado Alejandro Otero (77), quien, a diferencia de Bardesio -y como los propios guerrilleros a los que detuvo reconocieron más de una vez-, combatió a los Tupamaros de José Mujica (el actual senador uruguayo declarado visitante ilustre de Buenos Aires por la Legislatura) desde la más férrea legalidad.
Así, resistiéndose a "jugar sucio" como la CIA proponía hacerlo por aquellos tiempos, el hombre tuvo su cuarto de hora como quien, al frente de la inteligencia uruguaya, asestó los golpes que desarticularon a la guerrilla tupamara. Pero su vida tiene sin dudas varias otras aristas que merecen ser conocidas.
Los comienzos. Hijo de un "gallego taximetrista" y una madre maestra, Otero quería ser futbolista. Aún hoy, incluso, se admite como un “jugador frustrado” por la lesión que tronchó su carrera cuando jugaba en las inferiores de Nacional de Montevideo, y que lo llevó a enrolarse en la Policía a fines de los años ‘40.
Allí, en el trabajo que comenzó a desempeñar en esa fuerza a partir de 1951, terminó descubriendo su verdadera pasión, como él mismo reconoce hoy en charla con Perfil.com antes de afirmar para demostrarlo que incluso desechó por ello una oferta para arbitrar en Brasil.
Su vocación, no obstante, terminó de definirse en Buenos Aires, donde estuvo capacitándose para la lucha contra la guerrilla a comienzos de los ’70: “Soy oficial de la policía argentina -recuerda-. Hice el curso en la DIPA, la División de Inteligencia Política Argentina, donde estudié espionaje y contraespionaje. De allí extraje documentación que me sirvió mucho después”.
Detenido por el fútbol. Consultado por lo mejor que le dejó su paso por el arbitraje, Otero no tiene pruritos en mencionar “el dinero que gané en él”, y explica: “Como comisario de inteligencia arriesgaba mi vida y ganaba 200 pesos por mes; como árbitro, me daban 150 dólares por partido en la Copa Libertadores más 30 de viáticos”.
Justamente un partido de la Copa Libertadores le sirvió para inscribir su nombre en la historia de ese torneo. Fue el que Boca y Sporting Cristal de Perú jugaron en la Bombonera el 17 de marzo de 1971. Ese día, como consecuencia de la batalla campal que se produjo tras una recordada agresión de Rubén Suñé al peruano Gallardo, el hombre debió apelar a toda su reciedumbre policíaca: expulsó nada menos que a 19 jugadores.
Al término del encuentro, Otero fue detenido por la policía argentina junto con los futbolistas: “Aparece una persona vestida de civil y pregunta dónde está el árbitro. Hincado como estaba, yo lo miro y me río. Entonces llama a un oficial y dice ‘este señor es un atrevido, incomuníquemelo y llévemelo a la seccional’. No quería ni dejarme bañar, pero al final me identifiqué y me dejaron. Estuve en la Comisaría hasta las 6 de la madrugada siguiente”, rememora.
De captor a custodio. Al mismo tiempo en que se destacaba como policía y árbitro internacional, Otero comenzaba a ganarse su expulsión del área de inteligencia, debido a la "espantosa" relación que, según dice, mantenía con una misteriosa -o no tanto- delegación norteamericana instalada en la jefatura policial uruguaya y en particular con "el señor William Cantrell", a quien recuerda como el jefe de "una agencia que pretendía ayudar pero que terminó distorsionando las cosas".
"No podían concebir que yo, sin ningún medio más que los pocos que tenía a mi alcance, estuviera haciendo lo que hacía con los Tupamaros", cuenta hoy a modo de explicación de los interrogatorios a los que fue sometido en Estados Unidos durante unos días.
"Querían conocer cuál era la técnica que empleaba, porque asociaban el término de guerrilla a lo que había pasado en Cuba", sigue recordando Otero antes de contar que poco después Cantrell creó la Direccion de Información e Inteligencia, a la que quedó sujeto el departamento de Inteligencia y Enlace en el que él trabajaba como comisario.
"Como no me podian dominar -evoca-, crearon ese organismo que estaba por encima del mío, y al poco tiempo me echaron. Paso a una comisaría, pero cuando se produce la fuga de varios tupamaros del penal de Punta Carreta me nombran Director nacional de Institutos Penales. Y en esa función estuve 10 años”.
El respeto al enemigo. De esos tiempos como encargado de custodiar a los guerrilleros que él había detenido, Otero recuerda la particular relación que tenía con algunos como el propio José Mujica: " Me permitía jugar al voleibol con ellos, hasta que me llamaron al orden mis superiores y me dijeron que no lo hiciera más porque podían tomarme de rehén. Dije que era mi forma de actuar, pero no hubo caso”.Otero dice que su condición de hombre “joven, profundamente católico y vinculado al deporte” ayudó para que los Tupamaros quisieran matarlo, aunque también le permitió una relación especial con ellos una vez que los detuvo: “Tuvimos un trato recíproco donde reconocimos valores, e incluso me reconocieron que tuvieron indicaciones de secuestrarme y atentar contra mi vida”.
Pese a lo muy cerca que asegura haber estado de que lo asesinaran, el ex árbitro no guarda ningún rencor hacia Mujica y el también ex tupamaro y actual senador Eleuterio Fernández, de quien dice incluso tener “libros dedicados”. Lejos de criticar a quienes los votaron, afirma: “Mire, nosotros tenemos un régimen constitucional, y ellos llegaron a ser electos en base a ese régimen. Así que a algunos les gustará y otros no, pero hay que respetar el voto de la mayoría”.