“Sarko metió el dedo en un engranaje terrible. Ahora vamos a vivir un reality show más interesante que Gran Hermano”, comentó con sarcasmo un diputado francés al enterarse que el presidente Nicolas Sarkozy había comenzado un romance con la ex modelo italiana y cantante Carla Bruni. Esa ironía traducía —en términos delicados— la opinión que existe en algunos círculos de París sobre la fama de “devoradora de hombres” que Bruni arrastra.
A los 39 años —que cumple mañana—, es sin duda una de las mujeres más desprejuiciadas que orbita en los ambientes de la moda, la cultura y la política de Francia, tres esferas que convirtió progresivamente en sus cotos de caza predilectos.
A diferencia de otras modelos, Carla Bruni no necesitó desfilar para conocer los autos con chofer, los veranos en la Costa Azul y los hoteles de lujo. Su padre, Alberto Bruni Tedeschi, fallecido en 1996, era conocido como compositor de música clásica. Pero esa actividad era un hobbie. Su fortuna y las propiedades que poseía en Turín provenían de la fortuna acumulada como propietario de la fábrica de neumáticos CEAT. Por esa razón, en 1973, cuando las Brigadas Rojas comenzaron a secuestrar y asesinar empresarios italianos, se trasladó a París con su familia.
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