La vida cotidiana de Fidel Castro estuvo siempre rodeada del mayor de los secretos: nunca se sabía cuándo llegaría a una ceremonia, si viajaba o no a una cumbre en otro país, o dónde pasaría la noche en La Habana. Guardó celosamente en reserva, hasta el final de sus días, su intimidad personal, un enigma que alimentó su imagen legendaria.
Mucho se escribió sobre el revolucionario, el guerrillero, el gobernante comunista, el enemigo declarado de Washington, pero a pocos dejó entrar en su vida privada, por razones de seguridad y por su decisión de no mezclarla con la política.
Misterio. El misterio lo acompañó siempre. Incluso en su último tiempo, aquejado por la crisis intestinal que el 31 de julio de 2006 lo llevó a delegar el poder en su hermano Raúl, fue casi nada lo que se supo de su repentina enfermedad.
Cuando empezaron los problemas serios, de su estado de salud sólo estuvieron al tanto su mujer, Dalia Soto del Valle, su hermano Raúl, los médicos y un pequeño círculo de funcionarios y amigos, como el presidente venezolano Hugo Chávez, que murió en 2013.
Los cubanos casi nada supieron de la vida privada del Comandante en Jefe, ni siquiera que tuvo ocho hijos–conocidos–, y apenas se percataron de que empezó a aparecer cerca de Dalia o algún hijo, en las pocas actividades públicas que tuvo tras enfermarse.
El barbudo guerrillero que en 1959 puso fin a la dictadura de Fulgencio Batista, trató de evitar a toda costa que Fidel, el hombre, fuera blanco de entretenimiento o de ataque de sus opositores.
Salud. Con el paso del tiempo, su salud se convirtió en otro secreto de Estado. A menudo, Fidel bromeaba sobre los rumores que una y otra vez lo daban por muerto o aquejado de alguna enfermedad.
Hasta casi sus ochenta años aún lucía una figura atlética y su propio médico, un especialista en longevidad, llegó a sugerir en 2004 que el líder podría vivir hasta los 140 años. “No estoy exagerando”, dijo Eugenio Selman entonces.
Por eso, muchos cubanos se sorprendieron el día que Castro, aparentemente infatigable a pesar de los años, anunció que había sido sometido a una cirugía intestinal de emergencia y que entregaba la presidencia temporalmente a su hermano Raúl. Era el 31 de julio de 2006 y le quedaban 13 días para cumplir 80 años.
La dolencia exacta que aquejó a Castro siguió siendo un secreto de Estado después de que en febrero de 2008 anunció su renuncia definitiva a cargos de elección dentro del gobierno y del Partido Comunista por razones de salud. Fue reemplazado por su hermano Raúl.
El gobierno cubano negó una y otra vez los rumores procedentes de Estados Unidos que apuntaban que Castro padecía cáncer.
Muchos médicos, tanto en Cuba como en el extranjero, conjeturaron que tenía divertículos, una enfermedad que causa inflamación y sangrado del colon, especialmente en personas de avanzada edad. Cuando anunció su cirugía, Castro dijo que había sangrado abundantemente.
Meses después de caer enfermo, Castro reconoció haber sido sometido a varias operaciones y que en una casi pierde la vida.
La primera vez que los cubanos vieron desfallecer a su envejecido líder fue el 23 de junio de 2001, cuando se desmayó brevemente mientras pronunciaba un discurso al aire libre en un día de calor intenso. Volvió a ocurrir el 20 de octubre de 2004, cuando se fracturó una rodilla y un brazo tras otra caída en público.