Tras la derrota del xenófobo Geert Wilders esta semana en los Países Bajos, Europa mira ahora hacia Francia, donde la “esperanza blanca” de la extrema derecha europea, Marine Le Pen, sigue al tope de las encuestas para la primera vuelta de las elecciones presidenciales que se celebrarán dentro de un mes. Aunque el Frente Nacional (FN) tiene pocas chances de triunfar en un eventual ballottage, el posicionamiento de Le Pen como centro de la escena política francesa es resultado de una pragmática estrategia de la candidata ultraderechista para aggiornar a la fuerza política fundada por su padre, Jean-Marie Le Pen.
Tras la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos y del Brexit en el Reino Unido, muchos líderes ultraderechistas en Europa creyeron que por fin había llegado el momento de gloria para sus discursos radicalizados. El traspié electoral de Wilders (ver aparte) mostró los límites de tal interpretación. Y ahora hay quienes se entusiasman con la posibilidad de que la candidatura de Le Pen corra la misma suerte que la de su aliado holandés.
Sin embargo, un repaso sobre las principales definiciones políticas de Le Pen en los últimos meses sugiere que la líder nacionalista francesa captó mejor que sus socios europeos el clima de época. A diferencia de lo que ocurrió luego de la crisis económica de 2009, cuando Europa vivió un rebrote parcial de las fuerzas de extrema derecha, esta vez Le Pen parece decidida a convertir al Frente Nacional en un factor real de poder. Eso implica salir a la caza de votantes ajenos al núcleo duro que históricamente apoyó a su padre, lo que a su vez significa articular un discurso menos agresivo y más “humano”:
◆ Le Pen promueve la salida de Francia de la Unión Europea, pero ahora también apoya la idea de mantener el euro junto al franco francés en caso de un “Frexit”.
◆ Aunque sigue insistiendo en la idea de que las empresas francesas empleen sólo a ciudadanos franceses, dejó de hablar de “prioridad nacional” para las contrataciones y empezó a usar el término “preferencia nacional”.
◆ Le Pen y sus laderos moderaron sus críticas contra el islam como religión y, en cambio, empezaron a cuestionar puntualmente a lo que ellos mismos denominan “fundamentalismo islamista”.
◆ La líder del Frente Nacional también se puso a tiro de los nuevos tiempos presentándose como la candidata del feminismo francés, a pesar de que sus únicas alusiones a los derechos de las mujeres se vinculan con el lugar que éstas ocupan en el islam.
Light. La campaña de “desdemonización” de la hija de Jean-Marie sigue en marcha: hasta ahora, la suavización de su discurso le bastó a Le Pen para situarse entre el 20 y el 30% de las intenciones de voto, y sigue cabeza a cabeza en las encuestas con el candidato centrista Emmanuel Macron. Ambos dejaron atrás al postulante de los conservadores, François Fillon, acosado por denuncias judiciales.
¿Eso significa que Le Pen ya tiene la elección en el bolsillo? No por ahora. Según una encuesta publicada días atrás, más de la mitad de los franceses la consideran un “peligro para la democracia” y nunca votarían por ella. El espanto que provoca en buena parte del electorado le pone un techo demasiado bajo para el ballottage. Pero su paso de los márgenes al centro de la escena política ya es un hecho. “Ella está convencida de que el ciclo histórico de la revuelta de las masas ha comenzado y que la revolución derechista promete nuevas conquistas”, escribió Michel Eltchaninoff, autor del libro En la cabeza de Marine Le Pen, en un artículo para Le Figaro titulado “Por qué el riesgo Le Pen es serio”. ¿Y si lo que parecía imposible, impensado, finalmente ha dejado de serlo?”.
Philippot, su vice gay
Florian Philippot, vicepresidente del Frente Nacional y mano derecha de Marine Le Pen, es otra muestra del aggiornamiento de la extrema derecha francesa: se ha declarado gay pese a que integra un partido cuyos líderes han sostenido en el pasado posturas abiertamente homofóbicas. En 2014, la revista Closer publicó en su tapa una foto de Philippot paseando de la mano por Viena junto a otro hombre. El dirigente salió rápidamente a hacer pública su orientación sexual. Desde entonces, el número dos del Frente Nacional se convirtió en uno de los referentes de la campaña de “desdemonización” de Le Pen. La ascendencia de Philippot sobre la líder ultraderechista ha provocado críticas de algunos sectores del partido, tradicionalmente católicos y opuestos al matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero encuestas son encuestas.