Los estudiantes chilenos protagonizaron dos nuevas marchas y revueltas que confluyeron en el centro de Santiago, en el segundo día de una protesta de 48 horas, dejando claro que su lucha por una educación pública gratuita y de calidad será larga ante un gobierno que endurece su postura.
Cientos de miles de estudiantes volvieron a salir a las calles en Santiago y otras regiones del país, tal como lo han hecho unas cuarenta veces a lo largo de más de cinco meses de unas protestas que buscan acabar con el sistema educativo heredado de la dictadura de Augusto Pinochet.
"La lucha que hemos estado dando no es fácil. El Gobierno nos ha cerrado la puerta, no quiere escuchar, no es capaz de ver la situación que vive Chile: un momento histórico para hacer cambios estructurales a la educación", dijo la líder estudiantil Camila Vallejo en su intervención en el acto con el que se cerraron las marchas.
"Quizás ésta no sea solamente una lucha de este año sino que sea una lucha que se tenga que desarrollar en años venideros y para eso tenemos que estar dispuestos y trabajar en unidad y en articulación social", agregó Vallejo, que arribó a Santiago desde Francia, donde junto con otros dirigentes expuso las demandas del movimiento estudiantil.
Como en la mayoría de las marchas que se han sucedido casi semanalmente desde mayo, la convocatoria volvió a ser masiva y se desarrolló, en su mayor parte, de forma pacífica y festiva, aunque nuevamente terminó con violentos enfrentamientos entre encapuchados y la policía, informó la agencia AFP.
"Son siempre los mismos gritos y los mismos cánticos, pero no nos vamos a cansar hasta que consigamos lo que queremos", comentó Francisco Muñoz, un estudiante de secundaria que participaba de la protesta.
En un balance de la jornada, el subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla, indicó que "110 fueron los detenidos" por atacar a la policía en las marchas que, según datos de la policía, convocaron a 25.000 personas, mientras que los organizadores cifraron la participación en cerca de 200.000.
Sumado a las 263 personas que habían sido detenidas en incidentes que comenzaron el martes y se repitieron durante la mañana del miércoles, se detuvo en total a 373 personas. En su mayoría ya han sido liberadas y sólo se presentarán cargos formales conta un puñado de ellos por atacar a carabineros (policías).
Mientras tanto, en medio de la revuelta, el camarógrafo de la Televisión Española Pablo Salas quedó herido en su brazo izquierdo tras ser impactado por una piedra.
Los enfrentamientos se extendieron durante al menos dos horas, dejando traslucir un alto grado de violencia tanto de los manifestantes como de la policía, en una dinámica que se repite y que el gobierno del presidente Sebastián Piñera intenta combatir a través del anuncio de severas leyes.
Hace dos semanas el Ejecutivo anunció el envío al Congreso de una ley que endurece las sanciones para los desórdenes públicos y la ocupación de recintos educativos y este martes dijo que invocará una severa ley de seguridad del Estado que data de la dictadura de Pinochet en el caso de la quema de un autobús ese día, en el inicio de la doble jornada de protesta.
"Aquí estamos actuando no frente a niños ni jóvenes idealistas, sino frente a violentistas que hacen sus acciones precisamente para tratar de que Carabineros no pueda prevenir lo que van a desarrollar", afirmó el vocero del gobierno, Andrés Chadwick.
Producto de las reformas impuestas por Pinochet, que redujeron a menos de la mitad el aporte público a la educación y fomentaron la inclusión de institutos privados, Chile tiene hoy uno de los sistemas educativos más segregados del planeta, en el que sólo un 40% de los escolares asiste a colegios públicos gratuitos, sin que exista esa posibilidad en el nivel superior.