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eternos rivales de washington

Los ‘villanos’ se unen para terminar la guerra siria

La ofensiva conjunta de Siria, Irán, Rusia, Irak y Hezbollah promete marcar un punto de inflexión en el conflicto. Busca golpear a la Yihad y dar aire al gobierno de Al-Assad.

| AFP

Sería un argumento inmejorable para una película de Hollywood: los “malos de siempre” unidos en una alianza militar para inclinar la balanza a su favor en la guerra más sangrienta de los últimos años. Rusia, Siria, Irán, Irak y la milicia chiita Hezbollah blanquearon esta semana que coordinarán sus esfuerzos bélicos para golpear a Estado Islámico (EI) y a otros grupos armados que operan en territorio sirio, lo que en última instancia busca apuntalar el poder del presidente Bashar al-Assad. El objetivo inmediato del plan conjunto es desplazar a las milicias yihadistas que, en los últimos meses, avanzaron rápidamente sobre vastas zonas del centro y noreste del país.
La división de tareas es clara. Moscú aporta la cobertura aérea: desde el miércoles está utilizando medio centenar de aviones caza Sukhoi Su-25 y Su-24 para bombardear las bases de los terroristas en las áreas bajo su control. En simultáneo, Teherán envió a centenares de soldados de su Guardia Revolucionaria para atacar por vía terrestre, a los que se acoplan miembros de la organización libanesa Hezbollah, presente en Siria desde el inicio de la guerra. Por su parte, el gobierno de Irak anunció que está abierto a que la flamante coalición también opere militarmente dentro de su territorio nacional.
A todos ellos se suma el Ejército regular sirio, un actor clave en términos de inteligencia militar operativa sobre el terreno. “Pese a que el 70% de los soldados sirios son sunitas (mientras que Al-Assad es alauita), más del 90% del Ejército aún se mantiene leal a Damasco –señaló a PERFIL el analista estadounidense Wayne White, investigador del Middle East Institute y ex asesor del Departamento de Estado para Medio Oriente–. La principal razón de esta lealtad es el temor a represalias de los rebeldes si el régimen cae”.
Esta alquimia entre los clásicos rivales de los Estados Unidos podría superponerse con la alianza que Washington, las potencias europeas y algunos países árabes –con Arabia Saudita a la cabeza– pusieron en marcha meses atrás para detener a EI. De hecho, el gobierno de Barack Obama expresó su malestar por la sorpresiva intervención de Moscú en el terreno, ya que considera que su verdadero objetivo no es frenar al califato yihadista sino debilitar a grupos armados opositores a Al-Assad, como el Ejército Libre de Siria. Vladimir Putin niega esas acusaciones.
Hasta ahora, el apoyo militar de Irán a Al-Assad consistía en el envío de asesores militares y la movilización de milicianos de Hezbollah y de grupos afganos. Pero Teherán decidió involucrarse más activamente por el riesgo que implica la presencia de yihadistas sunitas en Siria, su “patio trasero”. Por su parte, Putin tiene sus propios motivos para apoyar a Al-Assad: el Kremlin cuenta en Siria con la estratégica base naval Tartus, además de tener en Damasco a un importante socio comercial y a un interlocutor de privilegio en Medio Oriente.
Por eso la Fuerza Aérea rusa comenzó a bombardear áreas cercanas a las ciudades de Homs y Hama, en el oeste del país, donde las fuerzas de Al-Assad luchan contra una alianza de grupos insurgentes que incluyen al Frente Al Nusra, vinculado a Al Qaeda, aunque no a Estado Islámico, cuyo principal bastión se encuentra en el noreste de Siria. Apenas cuatro días después de su entrada en acción, la coalición que rodea a Al-Assad se perfila como un actor capaz de cambiar el curso de una guerra que ya se cobró más de 200 mil vidas