Un adelanto electoral en Brasil tendría hoy dos grandes beneficiarios: Luiz Inácio Lula da Silva y Marina Silva. Pese a que una convocatoria anticipada a las urnas parece por ahora improbable, ya que requeriría de un gran acuerdo partidario, la posibilidad de que el PT decida embarcarse en esa estrategia arrojó una nueva incógnita sobre el tablero brasileño: ¿quién saldría victorioso de una contienda electoral en medio del caos institucional? Las encuestas indican que Lula y su ex aliada Silva se despegarían por varios puntos del resto de los candidatos.
La hipótesis de unas elecciones adelantadas tomó fuerza esta semana luego de que O Globo publicara que Dilma Rousseff estaría dispuesta a renunciar y presionar a su vicepresidente díscolo Michel Temer para que haga lo mismo. Así, la mandataria evitaría enfrentar el proceso de impeachment y, al mismo tiempo, frustraría la aspiración de Temer de reemplazarla en el cargo.
No obstante, la convocatoria anticipada presentaría importantes dificultades para su implementación. Existen tres caminos posibles para el adelanto electoral. El primero sería que Rousseff y Temer renunciaran a la vez, en cuyo caso asumiría interinamente el presidente de la Cámara de Diputados y tendría tres meses para llamar a las urnas. Pero las chances de que Temer dé un paso al costado son casi nulas: hoy está montado en su sueño presidencial y en armar su virtual gabinete.
La segunda alternativa sería que el PT enviara al Parlamento un proyecto de enmienda constitucional para adelantar los comicios presidenciales a octubre. Su aprobación necesitaría de una mayoría calificada difícilmente alcanzable: el PMDB, al que pertenece Temer, no tiene ningún incentivo para ir a unas elecciones para las que no tendría candidatos competitivos. Otra vía sería que el Tribunal Superior Electoral (TSE) fallara contra la fórmula Rousseff-Temer en una causa en la que se investiga si hubo financiamiento irregular de su campaña en 2014. El TSE no dio señales de que esté dispuesto a avanzar en ese rumbo.
“Si el PT propusiera un adelanto electoral, sería una estrategia política para quitarle legitimidad a Temer –dijo a PERFIL el politólogo brasileño Rafael Cortez, director de la consultora Tendências–. Si hoy hubiera elecciones, habría segunda vuelta entre Lula y Marina. Pese a la crisis del PT, Lula mantiene el liderazgo sobre la izquierda y, en un escenario polarizado, su piso histórico de lulistas le daría un lugar en el ballottage. Para Marina, su gran capital político es la idea de que no está ligada a la clase política tradicional”.
Aécio en baja. En el campo opositor, quien perdió terreno es el ex candidato presidencial Aécio Neves (PSDB), quien fue citado varias veces en el marco de la investigación Lava Jato. El último sondeo de Datafolha, publicado en abril, otorga 21% de intención de voto a Lula, 19% a Silva, 17% a Neves y 17% a los sufragios en blanco o nulos. Mientras que Lula y Marina se mantuvieron estables, el apoyo a Aécio ya cayó diez puntos en lo que va del año.
El principal escollo para el “Lula vuelve” sería la situación judicial del ex presidente: el gobierno no logró blindarlo designándolo jefe de gabinete y hay un proceso por presunta corrupción en su contra. “Al mismo tiempo, Lula tiene un altísimo grado de rechazo entre los votantes que no simpatizan con el PT –agregó Cortez–. Su piso de votos es elevado pero su techo es muy bajo”.
Por su parte, Marina Silva –quien fue ministra de Lula y luego rompió con el PT– parte con la desventaja propia de una candidatura personalista: su estructura de campaña y comunicación es pequeña en comparación con la parafernalia petista. Y, aunque es quien mejor capitaliza el discurso del “cambio”, su capacidad para garantizar gobernabilidad aún genera dudas entre los electores.