Las violentas represiones con las que el dictador libio Muamar el kadafi intenta detener la revuelta popular contra su régimen dejó ya unos 640 muertos, de los cuales unos 130 son nada menos que militares de la región de Bengasi, ejecutados por sus oficiales por negarse a disparar contra la población, informaron medios internacionales.
La cifra fue dada a conocer por la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), número que además duplica la cantidad de muertos que el lunes estimó una cadena de televisión árabe, que indicaba que por entonces llegaban a 300 los fallecidos en Libia.
Según la presidenta de FIDH, Souhayr Belhassen, los asesinatos se producen de forma "sistemática y generalizada", por lo que solicitaron la intervención de la Corte Penal Internacional (CPI), al entender que "hay crimen contra la humanidad".
En tanto, las feroces represiones del gobierno libio también originó un flujo de refugiados en los países limítrofes, sobre todo en Túnez por el oeste y Egipto por el este, informó el diario El País de España.
En concreto, serían entre 4.000 y 5.000 los que huyeron hacia Túnez, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, mientras que en Ras Jdir, en la frontera entre Túnez y Libia, los libios salen con cuentagotas entre trabajadores tunecinos que regresan a casa.
Además, algunos de ellos llegaron a los países vecinos con señales de haber sido víctimas de violencia o de torturas, y hasta cuentan que hay enfrentamientos entre las fuerzas de Kadafi y los opositores en las localidades de los alrededores de la ruta que une la frontera con la ciudad de Trípoli. Algunas de esas poblaciones, cuentan, han caído en manos de los rebeldes.
Apenas salen de Libia, son recibidos por cientos de periodistas que buscan sus escalofriantes testimonios: cuentan que los soldados libios van casa por casa sacando gente para torturarla. Incluso, uno de los libios que consiguió atravesar el paso de Ras Jdir mostraba la espalda llena de marcas de porrazos.
Entre el caos de tunecinos y periodistas, los recién llegados, libios o de otras nacionalidades, reclaman ayuda internacional, sobre todo para que se facilite el envío de alimentos. "Es una matanza. Tienen que ayudarles", pide un tunecino al cruzar el paso.