TERESÓPOLIS.- La ciudad turística de Teresópolis, a unos 100 kilómetros de Río de Janeiro, luce arrasada. Es la viva imagen del desastre tras los deslizamientos de tierra causados por torrenciales lluvias, que ya provocaron al menos 506 muertos en la región.
Un centro religioso desactivado y la comisaría de la Policía Civil en el centro de la ciudad, convertidos en improvisadas morgues, están desbordados de personas que bajo la llovizna buscaban a parientes desaparecidos. Ese intento por identificar a los suyos entre centenares de cuerpos tirados por todas partes era terrible y mucha gente se descomponía ante el dramático trance. A la entrada de la iglesia, funcionarios de la gobernación de Rio de Janeiro exhibían para su identificación fotos desgarradoras, la mayoría de niños, mujeres y ancianos con rostros enlodados, cortados o desfigurados.
"No me animo a entrar, no tengo coraje", dijo a la AFP, sollozando, Ana María, un ama de casa de 40 años, que buscaba a varios de sus parientes que estaban en las áreas afectadas cuando ocurrió la tragedia. Una larga fila permanecía a la entrada de la improvisada morgue para iniciar el trámite de recuperación de cuerpos, mientras iban y venían personas munidas de máscaras para la boca dedicadas a la recepción y examen de cadáveres.
"No tienen noción de lo duro que es ver llegar tantos cuerpos de niños... Es horrible", dijo a la AFP un bombero. A un lado, tres mujeres observaban fotos de fallecidos cuando una rompió en llanto y se abrazó fuerte al identificar a un familiar.
En el Gimnasio 'Pedro Jarah', cerca de la comisaría, muchos de los que perdieron sus casas o tuvieron que abandonarlas y se albergan en este lugar, estaban en estado de shock, aunque alentados por la solidaridad de numerosas personas que llegaban con alimentos, ropas y productos de limpieza.
Afuera, la técnica en enfermería Sonia Rodrigues, de 60 años, pidió nerviosa a la AFP ayuda para divulgar la desaparición de su hija Ana, de 29 años, una asistente social que desapareció tras ir a dormir a la casa de una amiga. "Tengo que saber como está", dijo angustiada.
Dentro del gimnasio la situación era conmovedora. Decenas de colchones tapizaban la superficie del campo de juegos con ancianos acostados, niños corriendo y jugando por los pasillos, madres jóvenes amamantando o aliviando el llanto de sus bebés, y heridos recibiendo atención.
Bolsas de ropas, carros de bebé, juguetes y pertenencias rescatadas yacían por doquier. En las tribunas, ante un cartel que decía "Teresópolis, un espectáculo de ciudad", casi 300 voluntarios recibían y despachaban bolsas con donaciones. Según una funcionaria, había 375 personas sin techo en la cancha del gimnasio, y otras decenas fueron trasladadas a otro refugio.
Sobre un colchón estaba Edmar Da Rosa, de 44 años, un labrador que salvó su vida deslizándose en un alud de lodo y acabó con lesiones y cortes en la cara, pies y cuerpo. Su mirada mezclaba desconcierto y pena ante la muerte de sus familiares. Da Rosa cuenta que una barrera de contención cedió y parte de la ladera cayó sobre su casa, donde estaba junto a su esposa, tres hijos y el nieto: "Mi esposa falleció, mi nieto llegó muerto y el resto tiene heridas y arañazos", dijo a la AFP. A pocos metros, un hombre de rostro castigado y mirada perdida acariciaba una muñeca. "Perdí a mis cuatro hijas y todo lo que tenía", contó a la AFP Joao de Lima, de 59 años.
Fuente: AFP