Sorpresas te da el Poder. En pelotas, caído a sus pies el vendaje de plástico, Mubarak acaba de saber que su pueblo sabe que su inventado faraón está desnudo. Lo descubrieron al unísono y por eso Egipto está que arde, y él en la parrilla. Dictador de fondo, el Rais diseñó su mito de cabotaje, lo maceró palacio adentro y abusó en tal demasía que vino 2011 y se lo derritió. Ahora, el muy jodido Mubarak está en un hilo. Un cáncer celular le lleva puesto el cuerpo. Y otro, a esa velocidad que toma la historia cuando se enoja, el poder. Egipto sigue destinado a no dejarnos nunca de asombrar. Su espesa cultura y fascinante prosapia no influyeron tanto en Occidente como Grecia y Roma. Pero su legado no deja de inquietar. Los sarcófagos brotan de sus arenas como hongos (calculan que hay 200 mil: sic) Isis, Horus, Ra, siguen viajando por las “palabras cruzadas” de medio mundo. Y Nefertiti no ha dejado de ser la novia imposible de varias generaciones. Por todo, por tanto, Egipto permanece en la punta de la pirámide (gracias vocablo) de la memoria del mundo. El tiempo es un soplo y la historia una cartomántica que se la pasa echándonos paradojas a la cara. Uruguay (país bebé, 200 años, como el nuestro) un modelo de sociedad a seguir. Egipto (país tetramilenario) un balbuceo por acertar y darse otro comienzo. Y para el planeta geopolítico, una santabárbara en espera.
Había tanto Egipto antiguo en el de 1981, que a cualquier ambicioso de dos caras le iba a resultar fácil ningunear el presente a medida que se los proveyera el calendario. Fue lo primero que olfateó Mubarak (seguro, es su única ideología) y de ese modo gobernó. Con mucho misterio. Y con mucha policía. Secreta. Se aureoló de faraón y a la par, lucía Versace, fumaba puros, iba al fútbol y jugaba al golf...pero siempre por tevé. Pocos han sido los egipcios que vieron su cuerpo entero, en vivo y de cerca. De esa invisibilidad se ocupaba un centenar de tiradores de élite.
Fui a El Cairo por primera vez aquella sangrienta semana de octubre de 1981 en la que Sadat y varios ministros cayeron por metralleta de un oficial en el palco del desfile que contemplaban. Hosni Mubarak no estaba allí. Estaba detrás. Horas después (la degollina aún fresca) con 53 años, asumía el poder. Llenó su verba de vocablos a los que siempre despreció. Democracia, progreso, cambio. Que sonara bien a los oídos occidentales no tenía misterio: era Occidente (como lo hace ahora, pues “sus” papas queman) el que lo surtía de palabras. Hosni,por 30 años (5 mandatos) fue el Gunga Din del desierto. Porque Egipto no es Egipto sino Suez. (Corrijo: Suez es mas que Egipto) De “crisparse” el Canal, medio mundo entraría a prepotear al otro medio mundo. Medio Oriente cambiaría de cartografía. La reacción en cadena liberaría a Gaza sus túneles de subsistencia. Israel se encresparía. Irán se agrandaría. (Y hay más, mucho más. Un “más” que nos alcanza porque hoy, para la guerra, el planeta es más chico que huevo de paloma).
En otro viaje, el paisaje que ví era el mismo. Tenderetes revueltos por turistas buscando “eso” que leyeron en “Las mil noche y una noche” (y que estaba en Bagdad) Parlanchines cairotas, de a cientos, bebiendo café y besando el pico de la serpiente del narguile. Y a dos kilómetros de allí, una Villa 31 de siglos. Titulé (no muy feliz) ”La ciudad de los muertos” la crónica sobre el barrio de okupas del cementerio de la capital, sobre cuyas tumbas se comía y dormía, junto a televisores de los que las antenas servían para secar chilabas y más prendas.
El colega local que me asistía (ése que teniendo cuatro esposas, al enterarse que yo no más de una, exclamó “¡Qué suerte!”) me mostró otros pozos negros de la ya “era Mubarak”. Ese lastimoso paisaje que al no cambiar acabó en colapso del sistema este enero 2011. Cayó el vendaje, vieron al faraón desnudo, la libertaria plaza Tahir se llenó a reventar y durante días y noches millón de egipcios corearon el “Basta Mubarak”. Poseído, el Rais armó contragolpe de matones y balacera, cargas de caballo y de camellos (sic), mientras soldados y tanquistas, perdida su identidad y con mandos dudosos, optaban por salirse de esa guerra y megafonear “que haya paz, que haya paz”. Hablan de 13 muertos y 5000 heridos pero nadie se lo cree (en Naciones Unidas hubo versión de que los muertos son 300).
Tampoco que este drama se defina ya. Clama y llora Egipto. El mundo se pone serio y más de un corrupto, sus barbas en remojo. Más fácil que adivinar que traerán las próximas horas es enviarle buenas ondas a Nefertiti que medita solitaria en Berlín mirando siempre en la misma dirección. Egipto.
(*) Especial para Perfil.com