El Comité Noruego de los premios Nobel ha otorgado el Premio Nobel de la Paz al disidente chino encarcelado Liu Xiaobo, de 54 años, “por su larga y pacífica lucha por los derechos humanos fundamentales en China”. Otros ganadores del Premio Nobel de la Paz, como Barack Obama, el Dalai Lama y el ex presidente checo, Vaclav Havel, habían pedido la concesión del galardón a Liu Xiaobo.
Y como era de esperar, el Canciller de la dictadura china criticó la decisión y amenazó con romper relaciones con Noruega. Por tal motivo, se presenta una excelente oportunidad para que gobiernos, organismos y referentes sociales, que honestamente defienden los Derechos Humanos, respalden públicamente el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Liu Xiaobo y la Carta 08 impulsada por él, donde pedía reformas políticas y proponía una serie de medidas para mejorar las libertades en China, como democracia legislativa, un sistema judicial independiente, libertad de religión, asociación y prensa, y el fin del régimen de partido único.
Este Premio a Liu Xiaobo es muy trascendente porque China representa el mayor desafío en el compromiso internacional con los Derechos Humanos, pues la mayoría de los países priorizan el interés económico en el intercambio comercial con el gigante asiático y silencian la escandalosa violación a las libertades fundamentales por parte del régimen de partido único de Pekín.
Y lo preocupante es que la sumisión comercial ante la dictadura china no repara en ideologías, pues en la lógica política de las relaciones internacionales de la mayoría de los gobiernos, ya sea progresistas y conservadores, estatistas y pro mercado, la “billetera mata derechos humanos”.
Uno de los gobiernos que hipócritamente dice tener a los derechos humanos como eje de su política exterior es el de Cristina Fernández de Kirchner, quien nunca hizo ningún reclamo público por la falta de libertades en China. Inclusive, durante su última visita a China no se reunió con referentes democráticos y familiares de presos políticos, como los de Liu Xiaobo, a pesar de haber ido acompañada del Canciller Héctor Timerman, quien antes de convertirse en un intolerante burócrata, se refería a China como una dictadura (revista Debate, 23 de enero de 2004).
El gobierno de Cristina Kirchner hace un uso tan ideológico de los Derechos Humanos donde, por un lado, no reconoce al gobierno de Porfirio Lobo en Honduras, cuestionando su legitimidad democrática, y al mismo tiempo mantiene estrechas y convenientes relaciones con la dictadura fascista de mercado china. ¿Acaso para el kirchnerismo es democrático el gobierno de China? Como la respuesta es tan obvia, ¿por qué motivo su gobierno aplica distintos criterios frente a Honduras y a China? Como dice la escritora Sylvina Walger “Si algo deberán pagar en su vida los Kirchner es haber conseguido devaluar los derechos humanos a niveles impensables”.
En definitiva, este Premio a Liu Xiaobo es también para todos los que denuncian la situación en China y muy especialmente para los que luchan por elecciones libres y respeto a las libertades democráticas en países que todavía son gobernados por crueles dictaduras, como por ejemplo, Arabia Saudita, Bielorrusia, Corea del Norte, Cuba, Chad, Eritrea, Guinea, Guinea Ecuatorial, Laos, Libia, Myanmar, Siria, Somalia, Sudan, Turkmenistán y Uzbekistán. Es que al igual que en China, en todas estas dictaduras promover pacíficamente la apertura democrática es “incitar a la subversión del poder del Estado”.
(*) especial para Perfil.com