Protestas callejeras tuvieron lugar ayer en las principales ciudades de Brasil, cuando se celebraba el Día de la Independencia, y en Río de Janeiro cientos de manifestantes se enfrentaron con la Policía, que los dispersó con gases lacrimógenos y gas pimienta.
Las manifestaciones fueron convocadas en más de cien ciudades del país a través de las redes sociales, pero fueron significativamente menores a las de junio, cuando más de un millón de personas protestaron contra la corrupción, el millonario gasto público para el Mundial-2014 y por salud, educación y transporte de mejor calidad.
Escenas de violencia se vivieron en Río, cuando los grupos de elite de la Policía carioca chocaron con manifestantes que intentaron interrumpir el desfile militar por la fecha patria. Unas cien personas, algunas de ellas enmascaradas, invadieron la avenida Presidente Vargas donde se desarrollaba la exhibición. Los agentes policiales respondieron con palazos y gases lacrimógenos a pesar de la cantidad de familias con niños que había en el lugar.
Varios grupos de protesta habían convocado a manifestaciones en decenas de ciudades de Brasil a través de las redes sociales.
Los incidentes en Río se saldaron con nueve heridos y 12 detenidos, según la Secretaría de Salud municipal y la Policía Civil. Las fuerzas de seguridad persiguieron a los manifestantes que se escapaban por las calles laterales disparando balas de goma. Algunos de los que protestaban llevaban banderas del izquierdista Partido Socialista de Trabajadores Unidos (PSTU).
Ni el alcalde de Río, Eduardo Paes, ni el gobernador del Estado, Sergio Cabral, asistieron al desfile.
Más tarde, después del mediodía, varios cientos de manifestantes continuaban sus protestas en el centro de la ciudad, bajo una fuerte vigilancia policial.
Rousseff encabezó el desfile por la fecha nacional en la capital Brasilia, donde hubo una concurrencia de público mucho menor que el año pasado. También hubo celebraciones en el sambódromo de San Pablo, donde grupos derechistas colgaron carteles que rezaban consignas prodictadura como “Queremos que vuelvan los militares”.
Rousseff busca “humildad” y “autocrítica”
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, reconoció ayer que el gobierno debe tener “humildad” y “autocrítica” para atender a la “indignación” de una parte de la población, pero afirmó que el crecimiento del país está en franca recuperación, con una inflación bajo control, contra los que apostaban, dijo, por resultados negativos para la economía.
“El gobierno debe tener humildad y autocrítica para admitir que existe un Brasil con problemas urgentes a vencer y la población tiene todo el derecho de indignarse para pedir cambios pero no se puede dejar de reconocer que una capa de pesimismo ofusque lo importante. Brasil avanzó como nunca en los últimos años”, sostuvo la presidencia en un pronunciamiento en cadena nacional por el Día de la Independencia, celebrado el 7 de septiembre. Rousseff destacó como dos pilares de su gobierno la inversión de la renta petrolera en el presupuesto educativo y el plan de médicos extranjeros para cubrir puestos en favelas, el Amazonas y el nordeste del país.