“Se escuchan lindos nombres exóticos de papables en estos días”, le confesó a PERFIL un anciano cardenal italiano mientras se reparaba de la lluvia en un portal de Borgo Pio, el antiguo barrio crecido alrededor del Vaticano. “Muy lindos, pero quisiera saber quiénes los van a votar”, agrega con un dejo de ironía.
No es tan espiritual el clima que se respira en la vigilia del cónclave en las callecitas estrechas que rodean la iglesia de San Pedro. En las mañanas, las congregaciones cardenalicias se encuentran para trazar el identikit del nuevo Papa. Fueron tres horas de encuentros diarios. Pero es en las largas cenas, después del atardecer, que se buscan votos y se estrelazan alianzas. El nuevo Papa se decide en la mesa.
“No tenemos un nombre fuerte”, confiesa el secreto que todos saben un alto prelado del norte de Italia. “En 2005 fué facil, teníamos a Ratzinger. Ahora, con el momento tan delicado que está atravesando la Iglesia, no se puede titubear”, admite.
Entre las características que circulan en el Vaticano, el próximo Papa debería tener “plenas fuerzas espirituales y físicas”. Pero no puede ser muy joven “porque se necesita alguien teológicamente muy robusto” y porque la Curia romana teme que llegue alguien capaz de quedarse en el trono por mucho tiempo, como sucedió con Juan Pablo II, que llegó a ser Papa antes de cumplir los 60 años.
Pero la unanimidad no pertenece a este mundo de contrataciones cardenalicias, tan frenéticas como susurradas. Los purpurados que critican la decisión de Joseph Ratzinger de dimitir buscan un papa que llegue desde un mundo lejano y que sea capaz de ofrecer una imagen de novedad, de fuerza espiritual.
Por estas horas crecieron las expectativas para los papables africanos. Los nombres que surgen son los del cardenal de Kinshasa, Laurent Monsengwo Pasinya; del presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, el cardenal ghanés Tukson, y del cardenal nigeriano Onaiyekan Johon Olorunfemi.
Pero no se sabe si la Iglesia está lista para elegir un Papa negro. “Son lindas personas, pero para ser Papa se necesitan electores”, nos contesta un influyente cardenal italiano. Y abandona el tema.
Entre los vaticanistas hay muchos convencidos de que el nuevo Papa debe ser latinoamericano. El argentino Jorge Bergoglio tendrá peso en la elección, pero está descartado por sus 77 años. Su compatriota Leonardo Sandri podría asumir como secretario de Estado, cargo políticamente muy influyente al frente de la diplomacia vaticana. En ese combo, el italiano Angelo Scola sería el nuevo Pontífice.
“Hay que tener en cuenta cuántos católicos existen en América latina”, insisten en la sala de la prensa vaticana. Si fuera así, habría muchas posibilidades también para el arzpbispo de San Pablo, el cardenal Odilo Scherer, y para el el purpurado hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga.
Consideraciones muy pragmáticas potencian a los papables de América del Norte. Representan la Iglesia más rica del planeta y son los que más aportan a las cajas vaticanas. Según el professor Wiegel, el biógrafo de Juan Pablo II, no se llegará a adivinar el nuevo Papa mirando un maña. Lo que cuenta es el carisma: la urgencia más grande de la Iglesia Católica es encontrar nuevos fieles.
“Se necesita un pastor evangélico y misionario, con fe transparente y carisma que entusiasme a los otros. Esta es la persona que la Iglesia y el mundo esperan. Este Papa podrá poner a su lado hábiles colaboradores que sepan transformar la administración de la Iglesia en una herramienta de la nueva evangelización”, dijo Wiegel al Observatorio Vaticano, revista especializada en la Iglesia. “El próximo Papa tiene que ser alguien capaz de entender la época posmoderna y corregir su cínicas referencias, alguien capaz de proponer un análisis crítico de la cultura política occidental del siglo XXI”, agrega.
Pero en el Vaticano también se habla de otra cosa: el contenido escandaloso del dossier sobre VatiLeaks. Cada purpurado quiere tener ese documento y saber qué hay en esas trescientas páginas que obligaron a renunciar a Ratzinger.