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Comenz la fiesta

Pese a la lluvia, el Carnaval copó las calles de Río

Unas 20.000 personas dieron rienda suelta a la alegría, y, cerveza en mano, se sumaron al festejo que culminará la semana próxima en el Sambódromo. Los desfiles callejeros convocan multitudes.

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Río de Janeiro - El Carnaval ya tomó cuenta de las calles de Rio de Janeiro en donde ayer miles de personas ignoraron la lluvia y, movidas a cerveza, empezaron la fiesta que tendrá su climax en el Sambódromo la semana próxima.

Las avenidas que bordean las playas Copacabana, Ipanema, Leblon y Barra da Tijuca, así como plazas y avenidas de otras zonas de la ciudad, fueron ganadas por multitudes que danzaron y cantaron durante horas al son de agrupaciones de vecinos.

Unas 20.000 personas, según estimaciones de la Policía Militar, dieron rienda suelta a su alegría acompañando al bloque de samba 'Simpatía é Quase Amor' que desde hace dos décadas desfila por Ipanema en cada Carnaval.

Aunque los jóvenes eran mayoría, el desfile reunió gente de todas las edades. Desde niños acompañados por sus padres hasta ancianos que arrastraban los pies del brazo de parientes. Todos cantaban una y otra vez el pegadizo samba de Simpatía.

El bloque exaltó en este Carnaval los 50 años de la bossa nova; el género musical carioca proyectado al mundo con la canción "Chica de Ipanema", compuesta por el pianista Tom Jobim y el poeta Vinicius de Moraes y que se convirtió en una especie de himno no oficial de Brasil.

"No hay agua que arruine esta fiesta", gritaba Marina -de unos 40 años- bajo la llovizna que acompañó la parranda frente la playa de Ipanema en un atardecer inusualmente fresco.

Como muchos, Marina lucía adornos amarillos y lila, colores de Simpatía é Quase Amor, que están inspirados en los del envase de un popular remedio contra la resaca post borrachera.

Vistiendo una camiseta con la leyenda " Profesor de sexo. Primera clase gratis", Josías, de 43 años, asegura: "Esta es la fiesta más democrática, cada uno disfruta como quiere".

Algunos sorprendían a sus propios amigos: "Quién te ha visto y quién te ve. Un abogado como tú, con eso en la cabeza", le decía un hombre abrazando a otro disfrazado de indio mohicano. "¨Y que hay? Es Carnaval", le respondió vaciándole una lata de cerveza en la cara.

Los desfiles callejeros ganan adeptos año a año. La fórmula es sencilla: un carro con músicos y una muchedumbre disfrazada a su antojo bailando y cantando durante horas.

Su simplicidad y espontaneidad contrasta con la fastuosidad y organización que despliegan las 'escuelas de samba' en sus presentaciones en el Sambódromo de Rio de Janeiro, para sus cultores "el espéctaculo más grande de la Tierra".

A diferencia de las escuelas de samba que gastan millones de dólares aportados por la televisión, la municipalidad, empresas y mecenas -algunos vinculados a actividades ilegales como el juego clandestino- el carnaval de calle no tiene más apoyo que el de los vecinos o simpatizantes de cada bloque.

Cerveza en mano, Altemir de Mello, de 56 años, dice que no es necesario el lujo para disfrutar el Carnaval. " No precisamos más que samba y cerveza. Nos reímos de todo y de todos y cada uno hace lo que quiere. Es una bendición de Dios lo que tenemos en esta ciudad maravillosa", dice.

L os desfiles se repiten durante todo el fin de semana a lo largo y ancho de Rio. Uno de las más esperados es el de la agrupación Sovaco de Cristo, que convoca especialmente a los jóvenes y el año pasado hizo delirar a 50.000 personas.

Pasada la juerga callejera, la fiesta sigue en el Sambódromo, cuyas puertas se abren para que el público asista gratis a los ensayos de las escuelas que desfilarán el domingo y lunes próximo.