“Sería arrogante que yo lo dijera”, contesta Juan Carlos Monedero cuando se le pregunta si él es algo así como la voz de la conciencia de Podemos, tal vez la experiencia política europea más novedosa de este siglo, de la que este politólogo y profesor universitario español es cofundador pero de cuya conducción se automarginó por diferencias de criterio con la cúpula del partido. Nacido en el seno del Movimiento de los Indignados, aquella ola ciudadana que pretendió barrer con la partidocracia en España, Podemos enfrenta hoy un dilema: ¿hasta dónde transigir con la política tradicional en pos de alcanzar el poder?
“Lo bueno de ser fundador de un espacio político es que nunca eres ex fundador, y eso te obliga a pelear porque la impronta original no se convierta en algo radicalmente diferente de lo que habíamos imaginado”, dice al respecto Monedero, quien esta semana visitó Buenos Aires para dictar una conferencia en el marco del Curso Internacional América Latina: Ciudadanía, Derechos e Igualdad promovido por Clacso.
En diálogo con PERFIL, Monedero afirmó que “Podemos cometió el gran error de creerse las encuestas” que lo endulzaron entre las dos últimas citas electorales, lo que derivó en cierta “mimetización” con los partidos clásicos españoles.
—¿Cómo se explica la parálisis política que padece hoy España?
—A la democracia representativa le ocurre lo mismo que a los periódicos o las universidades: son instituciones viejas. Los partidos se cartelizaron: funcionan como empresas que buscan garantizar los puestos de escasos militantes convertidos en funcionarios. El sistema de partidos es una mentira que sólo funciona en base a la despolitización y la sustitución del debate ideológico por una discusión técnica. Pero cuando la gente cobra conciencia, basta que alguien diga que el rey está desnudo para que se derrumbe como un castillo de naipes.
—¿Por qué la coalición de Podemos perdió un millón de votos de diciembre a junio?
—Un retroceso electoral no significa que Podemos esté más lejos de su objetivo de gobernar. Entre diciembre y junio, creerse las encuestas y asumir que ya se había superado al PSOE determinó una campaña muy desdentada, que generó decepción entre votantes de izquierda por un discurso tan moderado. Y Podemos se metió demasiado en la pelea por la configuración del gobierno, lo que hizo que a ojos de muchos se viera mimetizado con los demás partidos. A eso se agrega que la gente estaba harta de votar. Pero ese millón de votos no se fue a otros partidos sino a la abstención, y por lo tanto es recuperable.
—Podemos dice estar dispuesto a acordar con el PSOE. ¿El objetivo de gobernar hace que prime la real politik sobre los principios originales del 15M?
—Estoy convencido de que cuando las nuevas formaciones políticas pactan con las viejas, terminan desapareciendo. Podemos debe ser muy cuidadoso con sus alianzas porque la gente podría ver que sólo sirve como muleta de lo viejo. El PSOE promete como un Stark cuando está en la oposición, pero se comporta como un Lannister cuando está en el gobierno [N. del R.: se refiere a personajes de Game of Thrones]. Yo sería muy prudente para pactar con el PSOE, y si hubiera que hacerlo para frenar a la derecha, debería ser sobre la base de un programa muy exigente.