La decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel reinició una nueva espiral de violencia. Dos palestinos murieron ayer y más de un centenar resultaron heridos en enfrentamientos con soldados israelíes en el “Día de la Ira”, una jornada de protesta convocada por las autoridades palestinas.
Tras las oraciones del mediodía, grupos de jóvenes se congregaron frente a los puestos de control militares israelíes en Cisjordania y Gaza. Allí, lanzaron piedras y cócteles molotov contra los soldados, que respondieron con disparos y detenciones. “Surgieron protestas violentas en treinta localidades a lo largo de Judea y Samaria –Cisjordania– y la Franja de Gaza”, confirmó el Ejército israelí en un comunicado. Según ese texto, 3 mil personas se manifestaron en Hebrón, a las afueras de Belén, en Beit Umar, Al Aroub, Tulkarem y Qalandia, quemando neumáticos y lanzando bombas incendiarias y piedras contra las fuerzas de seguridad.
En Gaza, el Ministerio de Salud palestino confirmó la muerte de Mahmud al Masri, de 30 años, por un impacto de bala cuando participaba de una manifestación al este de la ciudad de Jan Yunis, cerca de la zona fronteriza. El vocero sanitario de Gaza, Ashraf al Qedra, informó que había también sesenta heridos, dos de los cuales revestían extrema gravedad.
En tanto, el Ejército israelí bombardeó posiciones de Hamás en Gaza, en respuesta al lanzamiento de cohetes hacia Israel, uno de los cuales impactó en Sderot, en el sur del país. La ofensiva aérea dejó 14 palestinos heridos.
Tsunami. El nuevo estallido de violencia llegó dos días después de la decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, informando que trasladaría su embajada a esa ciudad. “La decisión es simbólica porque no cambia la realidad de la ocupación israelí de Palestina materializada en el muro, los puestos de control y las colonias, que no van a desaparecer. Tampoco resuelve el conflicto israelí-palestino”, explicó a PERFIL Jodor Jalit, editor del Diario Sirio-Libanés y profesor de Geopolítica del Mundo Islámico en la Universidad Nacional de San Martín.
Jerusalén es clave en el conflicto palestino-israelí por dos motivos fundamentales: es reivindicada como capital por los dos Estados y, además, allí se encuentran la Explanada de las Mezquitas –el tercer sitio sagrado del islam tras Medina y la Meca– y el Muro de los Lamentos, vestigio del Templo, lugar sagrado del judaísmo –a pasos también está el Santo Sepulcro–. “En Jerusalén tuvimos muchos ciclos de violencia en los últimos años. Hay chances que algunos violentos deseen un nuevo ciclo, pero confiamos en que las fuerzas de seguridad harán todo lo posible para protegernos”, dijo a este diario Fleur Hassan-Nahoum, concejal de Jerusalén.
La imprudente jugada de la Casa Blanca fortaleció el incipiente acercamiento entre Hamas y Al Fatah. El líder del primero, Ismail Haniyeh, llamó a una Tercera Intifada, justo cuando se cumplen treinta años del estallido de la Primera. “Fatah y Hamas denunciaron la decisión de Trump y encontraron un nuevo punto de encuentro. La reciente reconciliación tras diez años de enfrentamiento parece encontrar un contexto favorable”, agregó Jalit.
La decisión de Trump no sólo desestabilizó Medio Oriente, sino que también desacreditó a la diplomacia estadounidense. “Estados Unidos no puede aparentar más ser un negociador de paz honesto”, escribió en The Nation Rashid Khalidi, profesor de Estudios Arabes en la Universidad de Columbia.
Residentes. En Jerusalén viven 324 mil palestinos –el 37% de la población– y 559 mil israelíes. Los primeros residen en el este, el sector que la comunidad internacional reconoce como capital de un eventual Estado Palestino. Tienen permiso de residencia –que fue revocado por Israel a 14.595 personas desde 1967– y un documento, que les da acceso a salud, educación y otros servicios sociales, por los que pagan impuestos municipales. Nacieron, viven y morirán en la milenaria ciudad, pero según Trump son extranjeros en su propio hogar.