INTERNACIONAL
preso medioambiental

Por qué el régimen cubano condenó a prisión a un biólogo

Ariel Ruiz Urquilola fue condenado a un año de prisión en un confuso episodio.

Ariel Ruiz Urquiola_07302018
Ariel Ruiz Urquiola bajo aresto en La Habana | Claudia Padrón

El 3 de mayo de este año, a media mañana, cuando el biólogo de 43 años Ariel Ruiz Urquiola trabajaba en la finca “El Infierno” de Viñales, al extremo occidental de Cuba, dos guardabosques se acercaron para pedirle documentos de identidad y la autorización para talar árboles y cercar el terreno.

Ariel pidió a los hombres que se identificaran. Entonces “uno de ellos, ‘el jefe’, se sacó su pene y comenzó a miccionar en mi finca y totalmente visible a mi persona  […] lo increpé fuertemente para que se identificara como guardia rural, como guardia de campo, ya que estaba en mi finca en asuntos oficiales”, precisó Ariel a un medio cubano.

El biólogo se negó a darles los documentos y a los funcionarios los llamó “guardias rurales”, como se denominaba a los policías de campo -famosos por su maltrato a los campesinos- antes de la Revolución de 1959. Les dijo que no lo había hecho de manera peyorativa sino literal. Pero esa reacción fue considerada “desacato” por los guardabosques Sirilo Seara Carrasco y Alexander Blanco Calzadilla.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Tras un proceso que solo duró 5 días y terminó en juicio sumario, aquel “desacato” bastó al Tribunal Municipal de Viñales para condenar al biólogo el 8 de mayo a un año de prisión.

El artículo 144 del Código Penal de Cuba establece que quien "amenace, calumnie, difame, insulte, injurie o de cualquier modo ultraje u ofenda, de palabra o por escrito, en su dignidad o decoro a una autoridad, funcionario público, o a sus agentes o auxiliares, en ejercicio de sus funciones o en ocasión o con motivo de ellas, incurre en sanción de privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas o ambas".

A mediados de junio, tras un mes y medio de cárcel en la Prisión Provincial de Pinar del Río y en el campamento Cayo Largo, el biólogo emprendió una huelga de hambre y sed que duró 16 días: perdió 15 kg. Tras presiones internas y externas, el 2 de julio Ruiz Urquiola fue enviado a casa a seguir con la condena, con una “licencia extrapenal” por razones de salud.

La sentencia reconoce que ”carece de antecedentes penales”, pero lo acusa de “no participar en las actividades de las organizaciones sociales y de masas de su zona de residencia” y también por “relacionarse con personas de mala conducta”.

Preso medioambiental

Comprometido con la diversidad biológica y los tesoros de la naturaleza cubana, Ariel denunció en su momento las irregularidades en la pesca y exportación de la tortuga carey por parte de empresas cubanas y más recientemente, ya instalado en Viñales, trató de llamar la atención de las autoridades sobre la caza ilegal de jutías, un mamífero endémico de las Antillas.

La Universidad de La Habana le negó varias veces a Ariel el ejercicio de la docencia por no ser, según el activista, “políticamente correcto”. Lo echaron por “loco”: hace dos años fue expulsado de la Universidad por una comisión médica que le diagnosticó una enfermedad psiquiátrica sin examinarlo a fondo.  Además, hubo muertes sospechosas de animales de Ariel y su finca fue excluida del plan de electrificación de la zona.

Omara, la hermana de Ariel, acusó a dos vecinos en 2017 por invadir la propiedad con armas blancas y amenazarla. A estos límites de acoso llegaron los Ruiz Urquiola como consecuencia de numerosas denuncias sobre animales asilvestrados y trampas para la caza ilegal. La familia siempre ha dicho que las intrusiones fueron consentidas por las autoridades. Por eso, para evitar estos incidentes, es que Ariel cercaba la finca cuando lo visitaron los guardabosques. 

Laritza Diversent, abogada y directora ejecutiva de Cubalex, una asociación cubana de asistencia jurídica que trabaja desde el exilio, opina que “la acusación se basó en un malentendido sobre el significado real y el histórico que tiene la palabra policía o guardia rural, para las autoridades”.

Libre pero condenado

“Esta licencia extrapenal no la otorgan por la huelga de hambre, sino por un síndrome depresivo ansioso”, explica Omara. Sigue preso pero en su casa y el 1 de agosto tiene que ir a firmar en un tribunal.

Según Diversent, de Cubalex,“no se está reconociendo que lo sancionaron injustamente y, si no cumple con algunas reglas que le impone el juez, pueden regresarlo a prisión”.

El recurso de la “licencia extrapenal”, que se otorga si una enfermedad es incompatible con el régimen penitenciario, en Cuba se ha convertido en un patrón para efectuar excarcelaciones solicitadas por la comunidad internacional sin revocar las sentencias.

“Fue la solución que encontraron también para liberar a los presos políticos de la Primavera Negra que no quisieron exiliarse”, recuerda Diversent. Como Primavera Negra se conoce en Cuba al encarcelamiento de opositores del gobierno de Fidel Castro ocurrido en 2003.

Amnistía Internacional declaró preso de conciencia a Ariel Ruiz Urquiola y organizó una campaña por su liberación que involucró a numerosos activistas en todo el mundo.

Presión interna y externa

A pesar de que ningún medio estatal publicó ni una sola letra del tema, Ariel Ruiz Urquiola fue el preso de conciencia cuyo caso tuvo más repercusión fuera de Cuba últimamente y el que ha inspirado cierto consenso entre opositores y oficialistas locales a favor de su libertad.

El caso de Ariel es uno de los pocos documentados de personas reprimidas por trabajar los derechos a la tierra y problemáticas medioambientales en Cuba. Para Louise Tillotson, investigadora de Amnistía Internacional para el Caribe, “este caso muestra la extensión de la vulnerabilidad de la libertad de expresión incluso hacia personas que no necesariamente están en contra del gobierno cubano, sino defendiendo nuestro planeta”.

Ese perfil singular de Ariel, un científico que impulsa con su propio esfuerzo un proyecto ambientalista, propició una solicitud amplia de su libertad. Por primera vez coincidieron en la liberación de un prisionero opositores (activistas y periodistas dentro y fuera de Cuba) y simpatizantes del gobierno cubano (como Silvio Rodríguez).

Cuando lo fueron a detener, Ariel grabó con su celular  la conversación con los guardabosques. Para el cantautor Silvio Rodríguez: “un culpable no hace eso". 

En  la web Guardabosques, una publicación que reúne a ambientalistas cubanos, el activista Isbel Díaz Torres escribió: “La cabeza dura de Ariel ha removido una parte de la sociedad cubana, al menos a la más conectada [a Internet]”.

Lo atípico en el caso de Ariel fue la presión internacional. “Conozco casos de personas recluidas que han utilizado la huelga de hambre como último recurso para defender sus derechos y lamentablemente no son conocidos en el exterior”, dice Diversent, de Cubalex. 

Numerosos políticos, funcionarios, activistas y organizaciones internacionales solicitaron explicaciones al gobierno cubano sobre el caso Ruiz Urquiola. Entre ellos Luis Almagro, Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA); la Corte Interamericana de Derechos Humanos; la Relatoría Especial de Detenciones Arbitrarias de Naciones Unidas; Heather Nauert, portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos; y organizaciones como Amnistía Internacional o el Observatorio Cubano de Derechos Humanos con sede en Madrid.

Para Tillotson, de Amnistía Internacional, Ariel ha emprendido una huelga de hambre mientras estaba detenido porque, en un contexto como el de Cuba, “es una de las pocas opciones que los activistas perciben les quedan para expresar su oposición a la injusticia.

Ariel y Omara Ruiz Urquiola han apelado la revisión del caso. Pero “no quieren revisar la causa”, explica Omara: ella ha solicitado expresamente ante el Tribunal Supremo Popular la revocación de la sentencia y la confirmación de la inocencia. El abogado de la familia, como todo los juristas en la isla, trabaja para el Estado y no de manera independiente. Como mostró el libro “Un asunto sensible” del periodista español Miguel Barroso sobre los juicios en Cuba: “En el comunismo uno nunca sabe el pasado que le espera”.

“No cometí delito, continuaré luchando por reivindicar mis derechos ciudadanos”, promete Ariel. Espera que la repercusión internacional y el consenso nacional sobre el caso, lo ayude en ese objetivo.

Otras consecuencias

El proceso y la sanción contra Ruiz Urquiola tuvo efectos económicos y profesionales para el científico: no pudo atender su contrato con la Universidad de Humboldt, en Berlín, adonde debió viajar el 18 de mayo.

Omara, profesora en el Instituto Superior de Diseño, también reporta incidentes de acoso laboral. “Han pedido mi plan de trabajo para cuestionarme mi tiempo, la suerte es que soy obsesiva y cumplo con todo.” 

“Tenemos un compromiso con Cuba, con la naturaleza de Cuba, con la sociedad y tenemos un compromiso con respecto a nuestra formación”, explica Omara en alusión al activismo que desempeña junto a su hermano.

Para Ariel, esta liberación que no es liberación, le parece “un delirio”. El activista está dispuesto a continuar con su proyecto en Viñales. Ariel hubiera querido subir a la finca, saludar a toda su familia vacuna, equina, a sus árboles. Sin embargo, dice, “no iba a ser feliz allí porque no podría caminar, trabajar”. La condena lo limita y aún se siente débil para hacer su trabajo de campesino con criterio científico.