¿En qué se parecen el libio Muamar Kadafi, el egipcio Hosni Mubarak y el sirio Bachar al Assad? En haber silenciado durante décadas a sus opositores, mientras en el exterior algunos líderes mundiales los señalaban como un ejemplo a seguir. Cristina Kirchner es el caso más claro: la Argentina kirchnerista se ha convertido en un referente en los foros de derechos humanos internacionales, pero no ha condenado a los dictadores árabes que reprimen a los que reclaman mayor libertad.
Es bienvenida –y necesaria– la voz de un presidente árabe que denuncie a Estados Unidos por alterar el orden de Medio Oriente y el Golfo Pérsico con el fin de extraer sus enormes recursos petroleros. Pero la manifestación de esa razón, no puede convertir a esos mismos líderes en los decidores de la vida y de la muerte en sus propios países. Ese es el mensaje más profundo que está llegando desde el mundo islámico, a medida que la Primera Árabe avanza.
¿Qué dirán ahora los defensores de Kadafi cuando la Corte Penal Internacional empiece a juzgarlo por crímenes de guerra? ¿Qué se escuchará en la Argentina cuando el argentino Luis Moreno Ocampo –fiscal del histórico Juicio a las Juntas Militares y una figura mundial destacada en la lucha contra los delitos de lesa humanidad– avance en sus investigaciones? Por último, y más interesante, ¿Qué dirá Cristina?
La relación entre el peronismo y el kadafismo ha sido muy fecunda. Fue el propio Juan Perón el que gestó esa alianza histórica de la mano de José López Rega. Aunque varios comandantes montoneros recibieron en 1974 adiestramiento militar en Libia, fue el “Brujo” el encargado de aceitar los vínculos políticos, y sobre todo económicos, de los discípulos de Perón con Kadafi.
Más tarde, otro peronista fue el defensor del libio. Carlos Menem fue la única voz crítica que sonó en la Argentina durante el bombardeo de los Estados Unidos sobre Trípoli en 1986. Al llegar a la Casa Rosada, el riojano cambió: se alineó con Washington y desmanteló el Plan Cóndor que, según sostienen algunos sectores militares, era un proyecto misilístico impulsado con capitales libios.
Por último, iba a ser otra peronista la encargada de establecer el último contacto con Kadafi. Cristina Kirchner visitó Trípoli en noviembre de 2008. “Es necesario sumar voluntades de todos los que creemos que debe existir una sociedad más justa”, dijo entonces la presidenta argentina.
Curiosamente, esas palabras fueron celebradas en la misma plaza que ahora festeja la caída de Kadafi como el principio de una “sociedad más justa”. Desde entonces, nada más se le escuchó decir a Cristina.
(*) Especial para Perfil.com
Editor de Internacionales del Diario PERFIL
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