La imagen negativa de Hillary Clinton llegó al 54,8% según las últimas encuestas de Real Clear Politics, mientras que la de Donald Trump alcanzó un 58,2%. Medidos con esa vara, son dos de los peores candidatos presidenciales en toda la historia de EE.UU. Están hasta peor que Cristina Fernández de Kirchner, quien registra una imagen negativa del 54% según los últimos números de Poliarquía.
Donald y Hillary se la buscaron, más allá de la polarización inherente del sistema político yankee. Esto no es una sorpresa con Trump, que basó su candidatura en un populismo xenófobo y agresivo que llegó al corazón de tantos norteamericanos que paradójicamente votan a un multimillonario en protesta del capitalismo salvaje que favorece a los más ricos.
Hillary Clinton, en cambio, pasó su vida entera preparándose para este momento, bancándose la humillación de ser primera dama mientras su marido le fue infiel frente al mundo entero, y luego perdiendo las duras elecciones primarias del 2008 contra Barack Obama para luego aceptar uno de los cargos más importantes de su gobierno en un gran acto de humildad. Pero ella también genera un profundo repudio en gran parte de EE.UU.
El tema es la desconfianza. A Hillary la desprecian por pertenecer al establishment político de Washington. Se la acusa de, junto con su marido Bill Clinton, aprovecharse de sus años en el Departamento de Estado para intercambiar favores políticos a cambio de donaciones millonarias para la Clinton Foundation. También se le reprocha su falta de criterio al utilizar un servidor privado de emails mientras manejaba la política exterior de EE.UU., entre otras cosas. Pero su mayor problema puede ser una especie de falta de actitud genuina, donde todos sus discursos y cada una de sus palabras parecen fríamente calculadas para maximizar votos de la manera más políticamente correcta posible.
Lo opuesto a Trump, que con su discurso verborrágico dice cosas disparatadas y claramente falsas, y hasta peligrosas, como el llamado a sus seguidores a desoír los resultados electorales si no lo proclaman presidente. Trump lleva años amagando con candidatearse a presidente y, cuando finalmente lo hizo en el 2015, fue el hazmerreír del pueblo hasta que de alguna manera se convirtió en el candidato del partido Republicano. Trump continúa siendo un tipo extravagante y ridículo que miente constantemente, como han constatado los fact-checkers de los mayores medios, pero sigue increíblemente cerca en las encuestas.
Los números del experto Nate Silver dan a Hillary ganando con una ventaja de 3,5%, es decir, 48,6% contra 45,1% para Trump. “La ventaja de Clinton es lo suficientemente estrecha para que un simple error estadístico en las encuestas de ganador a Trump”, explica Silver en FiveThirtyEight, quien igual espera que la candidata Demócrata sea electa presidenta.
“Que se vayan todos” es lo que parecieran decir la mayoría de los norteamericanos. Enfrentan la difícil situación de elegir entre dos candidatos que están en las antípodas, que no responden claramente a la ideología tradicional de sus partidos. Y, peor aún, son despreciados por la mayoría del país. Gane quien gane, el que se siente en la Oval Office el año que viene arrancará con una gran desventaja.