El periodista Javier Ortega (32 años), el fotógrafo Paúl Rivas (45) y el chofer Efraín Segarra (60), corresponsales del diario ecuatoriano “El Comercio”, fueron vistos con vida por última vez el pasado 26 de marzo, cuando realizaban un reportaje en la zona limítrofe, clave para el tráfico de drogas hacia Estados Unidos por el Pacífico. Este jueves, la cadena colombiana RCN recibió unas fotografías de tres cadáveres que corresponderían a los desaparecidos.
Los hombres fueron secuestrados por disidentes de la exguerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que se apartaron del proceso de paz que puso fin a cinco décadas de conflicto entre las FARC y el Estado colombiano.
"Estas bandas siempre tuvieron una presencia muy activa en la frontera. Con la retirada de las FARC, que regulaban el territorio y no se enfrentaban con el ejército ecuatoriano, todo se volvió más caótico", explica Daniel Pontón, experto en seguridad del Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador. "Las alianzas y los actores cambiaron alrededor del proceso de paz. Hasta que uno de estos grupos consiga la supremacía".
Con 720 kilómetros, la frontera común está delimitada en varios tramos por caudalosos ríos que cruzan los departamentos colombianos de Nariño y Putumayo y las provincias ecuatorianas de Esmeraldas, Carchi y Sucumbíos, que figuran entre las más pobres y abandonadas de ambos países. En la zona donde fueron secuestrados los tres reporteros, en el departamento colombiano de Nariño, fronterizo con la provincia ecuatoriana de Esmeraldas, se concentra la mayor área sembrada con coca, materia prima de la cocaína. Además, es un punto estratégico de la ruta del Pacífico para transportar droga hacia Estados Unidos vía Centroamérica y México.
"En esa zona, 12 grupos pequeños se disputan el control que antes tenían las FARC. Se está viviendo un reacomodamiento criminal, y esa violencia ha pasado también a suelo ecuatoriano", explicó Ariel Ávila, experto en el conflicto armado colombiano de la Fundación Paz y Reconciliación de Colombia.
La última vez que se les vio con vida a los correspondales fue en una grabación filtrada a la prensa colombiana el 3 de abril. En ella aparecían los tres abrazados, con cadenas y candados al cuello, e instaban al gobierno de Ecuador a llegar a un acuerdo con los captores.
La noticia del asesinato de un equipo de reporteros ecuatorianos en Colombia supone un golpe durísimo para Ecuador, un país que no lidió nunca con el secuestro de periodistas y se preciaba de ser un remanso de paz en medio de los problemas derivados del narcotráfico que enfrenta Colombia.
Los tres hombres habrían muerto a manos del Frente Oliver Sinisterra, vinculado con el narcotráfico. Con entre 70 y 80 hombres, esta organización está dirigida por el ecuatoriano Walter Artízala, conocido como “Guacho”, uno de los hombres más buscados tanto en Colombia como en Ecuador. El grupo se mueve entre ambos países por un área selvática que sirve de ruta para el tráfico de drogas.
Las pistas sobre una posible muerte de los secuestrados comenzaron a aparecer a principios de esta semana, cuando circuló un supuesto comunicado de esa organización -cuya autenticidad fue puesta en duda por las autoridades de ambos países - en el que se anunciaba la muerte de los rehenes.
Según esa declaración que difundió la prensa colombiana, los dos reporteros y el chofer murieron durante una fallida operación de rescate coordinada por los dos gobiernos. Sin embargo, Ecuador negó que estuviera realizando operaciones militares en la zona de frontera donde están los rehenes. Colombia aseguró a su vez que no hubo “desembarcos" o "acciones especiales que no sean de conocimiento" y en coordinación con Ecuador, aunque evitó hablar directamente de una operación de rescate.
El periodista secuestrado, Javier Ortega, de 32 años, vivió su adolescencia en Valencia, España, pero decidió regresar a Ecuador para estudiar periodismo. De la península trajo su afición por el Barcelona y en especial por el astro argentino Leonel Messi. Colecciona afiches, camisetas y banderas azulgranas.
Desde hace seis años trabaja en El Comercio cubriendo temas judiciales y de seguridad. Pese a la presión de su trabajo cada miércoles deja la redacción para reencontrarse con su otra pasión: el fútbol. Entre sus coberturas destacadas están la deportación de decenas cubanos desde Quito, el problema de los desaparecidas en Ecuador y el accidente aéreo que dejó 22 militares muertos en la amazonía en 2016.
El fotógrafo Paúl Rivas, de 45 años, es parte del equipo fotográfico de “El Comercio” desde hace dos décadas. Estudió publicidad, pero le ganó el oficio que heredó de su padre. Su fotorreportaje sobre los familiares de personas desaparecidas le dieron el premio Eugenio Espejo, que entrega la Unión Nacional de Periodistas (UNP) de Quito. El tercer hombre secuestrado era Efraín Segarra, un conductor de 60 años al que los periodistas de El Comercio lo conocen como "Segarrita". En 16 años de servicio al diario, se aficionó a la la fotografía.