La mayor operación en la historia de la lucha contra el crimen organizado en Rio de Janeiro no encontró resistencia de parte de los traficantes, facilitando la ocupación de uno de sus bastiones, el Complexo do Alemao, por las fuerzas de seguridad. "La mayoría (de los delincuentes atrincherados desde el jueves en el lugar) huyó" antes de que comenzase la invasión del conjunto de favelas en la mañana del domingo, dijo el mayor de la Policía Civil Marcio Mendonca, mientras exhibía paquetes con centenares de kilos de marihuana encontrados en una estrecha casa de ladrillos en una ladera del cerro. "Ellos vieron el jueves con el ataque a Vila Cruzeiro (en el que participaron carros blindados de la Marina y helicópteros) que nada pueden contra la fuerza del Estado", dijo Mendonca, satisfecho con la facilidad de la ocupación.
Avanzando por las estrechas callejuelas, patrullas de policías con el rostro cubierto por pasamontañas y armadas con fusiles M16 y FAL 762, allanaban casas que eran señaladas por denunciantes como pertenecientes a traficantes. De vez en cuando, algún hombre de bermudas y sin camisa, esposado detrás de la espalda, era escoltado por un grupo de policías, seguidos de cerca por una esposa combativa que protestaba su inocencia. Los vecinos observaban desde ventanas y balcones, sin salir de sus casas. Intensos tiroteos estallaron antes del inicio de la operación, pero casi no se escucharon después. "Nadie resultó herido hasta ahora", dijo el mayor Edson Goncalves, médico del cuerpo de bomberos responsable de los socorros.
Algunas decenas de detenidos, algunas toneladas de marihuana y de cocaína, motos abandonadas en la fuga, mojones de cemento colocados en las calles por los traficantes y destruidos por los carros blindados, fue lo que quedo de la gran batalla que no fue. Y también la casa de tres pisos de uno de los llamados 'gerentes' del trafico de drogas, "Pezao" (Patudo), destrozada por los policías; un testimonio de fortuna entre tanta pobreza. Un gigantesco jacuzzi con hidromasaje en el dormitorio matrimonial, una piscina y una churrasquera en la azotea, los cuartos de los niños con frescos en las paredes, de un skateboard y un auto deportivo en el del varón, mientras el cantante canadiense Justin Bieber adornaba el de las chicas. La cocina olía a champagne por las botellas de Dom Perignon rotas por la policía.
Varios DVDs evangélicos estaban por los suelos, mientras una vecina muy creyente, mandaba al infierno a los periodistas que visitaban la "mansión" de la favela. El mayor Mendonca aseguró: "No salimos más de aquí", en alusión a la vuelta del Estado en este complejo de 400.000 habitantes, luego de casi tres décadas
Fuente: AFP