Cuando el carismático Mario Sepúlveda, aún conmovido por el abrazo de su familia y recién rescatado de la mina ante una audiencia televisiva mundial estimada en 1.000 millones de personas, bromeó que en la primera noche de intimidad con su esposa la iba a dejar en silla de ruedas, el psicólogo Alberto Iturra Benavides –el gurú elogiado por la NASA que guió mentalmente a los mineros– le dio un consejo al oído. “No se exija y no intente hacer piruetas sexuales. Vaya de a poco. Salga a caminar con ella. Cortéjense. No pretenda ser un superhéroe. Puede fallar y traumarse”.
El mensaje fue claro: las esposas de los 33 mineros rescatados –llamados héroes del Bicentenario chileno–, que esperaron pacientemente en sus carpas instaladas en medio de este desierto de Atacama, en Copiapó, al norte de Chile, deberán guardar por unos días los disfraces de conejita, enfermera, mucama y colegiala que les había regalado una empresaria textil. El psicólogo les hizo otro pedido a los mineros: que no se “inflen” con la fama .
Después de sobrevivir 622 metros bajo tierra (que representa a un edificio de 250 pisos) durante 69 días, los mineros superaron el primer rescate, el más difícil: el miércoles 13, de a uno, fueron sacados a la superficie por la cápsula Fénix II. Pero ahora, cuando el acoso del encierro le dio paso al asedio de la prensa, llegó el turno de otro operativo, quizá tan largo como el primero: el rescate psicológico.
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