Desde San Pablo
Al despedirse de Cristina Kirchner el viernes a la tarde en el Palacio de la Alvorada, Dilma Rousseff se encontró con el espectro de su impeachment más vivo que nunca: en ese momento, en cadena nacional de televisión, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, anunciaba su ruptura con el gobierno, después de haber renovado los pedidos de juicio político contra Dilma y autorizado la creación de una comisión parlamentaria (CPI) para investigar al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes).
Uno de los principales líderes del PMDB, partido de la base oficialista del gobierno, Cunha, está convencido de que el gobierno está detrás de la denuncia de que recibió una propina de cinco millones de dólares sobre un contrato de la Petrobras.
“La guerra es la guerra”, dijo el presidente de la Cámara en conversaciones privadas, recogidas por la prensa. “Hoy, Brasil vive una crisis con la cual todos sufren y el gobierno busca enfrentarla con medidas de ajuste”, declaró, más calmo, por televisión.
Confianza. Cunha nunca fue un aliado confiable para el gobierno, pero tenerlo como enemigo es muy más peligroso para Dilma. El diputado sabe que el proceso de impiechment es algo político, que se define en la Cámara. Y está seguro de que Dilma no podrá apoyarse en el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, investigado por supuesto lobby en favor de la constructora Odebrecht, junto al Bndes.
Por eso, Cunha autorizó la CPI del Bndes para investigar préstamos a los proyectos de infraestructura de empresas brasileñas –como la Odebrecht– en Cuba, Venezuela, Angola y otros países. También autorizó una CPI sobre irregularidades en fondos de pensión de las estatales.
En treinta días, todos los pedidos de impeachment –que antes había considerado como “de republiqueta bananera”– estarán sobre su mesa y el proceso, advirtió, “seguirá rigurosamente la Constitución”.
Además, en agosto la Cámara analizará las cuentas públicas de los últimos años, algo que no hace desde 2001. El Tribunal de Cuentas (TCU) deberá concluir su própia evalución de las cuentas de 2014, supuestamente afectadas por manipulaciones fiscales. “El análisis del TCU es técnico. El del Congreso es político”, dijo Cunha.
El PMDB y el Palacio del Planalto han preferido calificar la actitud de Cunha como “personal” y aún no está claro si las denuncias erosionarán o no su poder. Para el analista José Augusto Guilhon Albuquerque, de la Universidad de San Pablo, este episodio muestra el “recrudecimiento del conflicto entre el gobierno de Dilma y el Congreso Nacional”.
“El gobierno perdió el control del Congreso cuando Cunha, enemigo de Dilma, fue elegido para la presidencia de Diputados”, explicó.
Para el analista, nadie quiere el impeachment, que de todos modos puede hacerse realidad si el PMDB impide la aprobación del ajuste que necesita el gobierno, y, así, destruye lo que resta de gobernabilidad.
“Es rehén de sus mentiras en la campaña”
El principal partido opositor, el PSDB, prefiere ver a la presidenta “sangrar” antes que echarla del Palacio del Planalto. A todos los partidos opositores, explica el analista José Augusto Guilhon Albuquerque, le conviene ahora que la crisis se arrastre y les permita ganar fuerza para las elecciones de 2018. Y los más interesados son los “tucanos”, como son llamados los políticos del PSDB. Mientras el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, líder máximo tucano, no se mantiene mudo sobre los recientes episodios, el senador José Serra negocia su adhesión al PMDB. En su PSDB, debería vencer una verdadera guerra con el senador Aécio Neves y el gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, para lograr ser candidato. La voz más potente del PSDB contra el gobierno Dilma sigue siendo la de Neves, que perdió la elección presidencial de 2014 ante Dilma por sólo 3,28 puntos porcentuales. Ayer dijo que las iniciativas de Eduardo Cunha son “preocupantes” y agravan el cuadro político del país. Y consideró que Dilma está “arrinconada”. “Además de las cuestiones económicas y morales, ella es rehén de la mentira y del engaño de su campaña (electoral). Tenemos una presidenta que ya no gobierna”, concluyó Aécio.