“Me quedé callado durante mucho tiempo porque tenía que cumplir con mi papel de ex presidente. Pero no me dejan en paz. Sólo matan a un pájaro si se queda parado. Y yo he vuelto a volar”. Fiel a su estilo, Luiz Inácio Lula da Silva no usó medias tintas al anunciar hace una semana su regreso a la arena política. El ex presidente brasileño sugirió que será candidato en 2018 y que lo hace para salir al rescate de su sucesora, Dilma Rousseff: “A la derecha reaccionaria de nuestro país le gusta decir que Lula forma parte del pasado. Como tengo la espalda fuerte, voy a ver si dejan en paz a la querida Dilma y los vuelvo a molestar”.
En medio de las protestas ciudadanas y los pedidos opositores de juicio político contra Rousseff, acosada por la crisis económica y el escándalo de corrupción en Petrobras, Lula dio un paso al frente para que las luces mediáticas giren hacia él y así quitarle presión a la mandataria. Sin embargo, observadores y analistas advierten que el prematuro anuncio de su posible candidatura podría ser un “salvavidas de plomo” para Dilma, a quien todavía le quedan tres años de mandato por delante.
“La candidatura de Lula puede afectar a Dilma de dos maneras: tornando más difícil una eventual negociación entre ella y la oposición para la aprobación de medidas contra la crisis económica; o haciendo que el propio Lula presione más a Rousseff en el sentido de adoptar medidas que favorezcan su candidatura en 2018”, explicó a PERFIL el politólogo brasileño Ricardo Ismael, profesor de Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro.
Abrazo del oso. Rafael Cortez, director de la consultora brasileña Tendências, coincide en que la vuelta de Lula puede ser como un “abrazo del oso” para Dilma. “Su candidatura aumentará la incertidumbre acerca de una eventual ruptura de la coalición de gobierno, ya que el aliado PMDB tiene intención de competir con candidato propio en 2018 –señaló Cortez–. Además, reforzará la percepción social de que Dilma no tiene independencia respecto de Lula y de que él es el que manda. Por último, amplificaría los efectos políticos de un eventual involucramiento de Lula en el proceso Lava Jato”.
Por esas razones, el impacto positivo de la candidatura de Lula no sería para Rousseff sino para el Partido de los Trabajadores, que se cohesionaría bajo su dirección: el ex mandatario es la única figura competitiva que el oficialismo conserva para 2018. De hecho, según una reciente encuesta de Datafolha, sólo el 8% de los brasileños considera que el gobierno de Dilma es bueno o muy bueno.