INTERNACIONAL
DISCURSO ANTE LOS DIRECTORES DE DIARIOS

Santos: cómo ganarle a la muerte

En primera persona, el presidente de Colombia explicó el cambio de su país en los últimos 15 años y, muy especialmente, sus negociaciones con las FARC para la paz definitiva en su país.

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Bienvenidos a Colombia, un país con muchos problemas, con muchos retos, con muchas oportunidades. Pero donde los medios, los periodistas, pueden cubrir estos problemas, estos retos, estas oportunidades, sin ninguna restricción por parte del Gobierno.
Y a pesar de los muchos problemas que tenemos, y a pesar de los muchos retos, Colombia ha avanzado en una forma impresionante en estos últimos años. A finales de siglo, cuando el gobierno estaba a la defensiva. En un país que estaba a punto de ser declarado Estado fallido. Una tercera parte del país estaba dominada por paramilitares, otra tercera parte por la guerrilla y una tercera parte por el Estado. Y estábamos a la defensiva. En ese momento, hace quince años, teníamos un crecimiento negativo. La inflación y el desempleo estaban en dos dígitos, teníamos una muy baja inversión, nacional y extranjera; la pobreza estaba por encima del 50 por ciento. Y éramos los campeones mundiales, teníamos las peores estadísticas en materia de homicidios y secuestros. Esa era la realidad de Colombia hace 15 años. Hoy, a pesar de la baja del precio del petróleo, que nos ha golpeado muy duro –nosotros dependíamos muchísimo para nuestros ingresos, como gobierno y como Estado, de la renta petrolera–, a pesar de eso, somos líderes en la región en materia de crecimiento económico, junto con Perú. Somos los líderes en materia de reducción de la pobreza y la pobreza extrema. Somos líderes en materia de creación de empleo. Y por primera vez estamos creando empleo formal. La informalidad en Colombia está disminuyendo sustancialmente. Tenemos la tasa de inversión nacional y extranjera más alta de nuestra historia.

Y en materia de posicionamiento de Colombia en el mundo, hemos tenido un cambio de 180 grados. Hace seis años estábamos en todas las listas negras en materia de violación de derechos humanos. Eramos –muchos decían– la oveja negra de la región. Estábamos con vetos en el Congreso norteamericano, en el Parlamento Europeo, en nuestros tratados de libre comercio. Nos estaban poniendo visas hasta en los países del Caribe. Hoy la situación es totalmente diferente. Colombia ha adquirido un posicionamiento en todos los escenarios mundiales, nos han quitado la visa de 64 países, nos han aprobado todos los tratados en todos los congresos con los que hemos negociado tratados de libre comercio. Nos han quitado de todas las listas negras en materia de violación de derechos humanos. En Ginebra, en Nueva York, en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y además hoy Colombia tiene una posición muy sólida en las discusiones que están a la vanguardia de la discusión internacional. En el tema de las drogas, en el tema del medio ambiente. Nosotros fuimos los que propusimos los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En fin, aquí ha habido un cambio muy, muy positivo. ¿Cómo se ha logrado este cambio? Con un enfoque pragmático. En la parte económica, siendo conservadores en lo fiscal pero muy progresistas en lo social. Yo he sido partidario de esa doctrina o de esa forma de gobernar que inventó el sociólogo Anthony Giddens en la universidad London School of Economics que se llama la Tercera Vía. Lo hemos aplicado aquí con mucho rigor. El mercado... hasta donde sea posible, dejar que el mercado juegue donde el mercado es eficiente. Pero el Estado tiene que estar listo a intervenir cuando ese mercado no funciona o cuando hay situaciones particulares. Y así, con ese criterio pragmático pero efectivo, hemos venido gobernando. Y hemos tenido afortunadamente una muy alta gobernabilidad a pesar de la polarización política en torno a ciertos temas, y yo seguí el ejemplo de un gran presidente norteamericano, de Abraham Lincoln, hace seis años. Cuando gané las elecciones, invité a mis rivales a ser parte del gobierno. Les dije, ustedes tienen este programa. Yo creo que de ese programa podemos adoptar esto, aquello. Y logramos tener una gran mayoría en el Congreso. Que la mantenemos hasta el día de hoy. Y eso nos ha permitido pasar reformas que eran impensables, tener una Legislatura muy progresista, y nos ha permitido este cambio tan importante en todos los indicadores sociales y económicos que ustedes han visto.

Eso, por supuesto, ha sido informado por unos principios muy claros. Por primera vez, pusimos la educación como prioridad número uno, número dos y número tres.
Pero lo pusimos con dinero. El presupuesto de la educación ha sido más grande que el presupuesto de defensa, la parte militar, a pesar de mantener el conflicto armado. De manera que ahí hemos hecho un cambio muy importante en muy poco tiempo, que esperamos poder continuar hacia el futuro. Y yo lo que quiero dejar a nuestros hijos es un país –y así lo he dicho–, un país en paz, un país más equitativo y un país mejor educado. Hemos avanzado mucho en la parte de equidad, aunque nos falta mucho camino por recorrer. Estamos avanzando en la parte de la educación pero la prioridad número uno ha sido, desde hace seis años, terminar este conflicto armado, terminar la guerra y ser un país normal. Ser un país como cualquier otro país donde las guerras y los conflictos armados sean cosa del pasado. Y permítanme explicarles el proceso de paz. Lo primero que quiero decirles es que yo he aprendido lo que mucha gente ha dicho a través de la historia. Que hacer la guerra es mucho más fácil que hacer la paz. A mí me tocó hacer la guerra. Como ministro de Defensa y como presidente, las FARC han sufrido los golpes más contundentes en su historia. He aprendido a combatirlos, y con mucha efectividad. Cayó el número uno, cayó el número dos, cayeron 63 de sus comandantes. Y eso nos ha permitido negociar desde una posición de fuerza. Pero liderar un país en guerra es fácil. Allá están los enemigos, aquí están los buenos, el blanco y negro. En cambio, liderar un país hacia un proceso de paz significa otro tipo de liderazgo. Es convencer a la gente de dejar de odiar y que aprendan a perdonar, que aprendan a reconciliarse, que aprendan a respetar las diferencias. Eso es mucho más difícil. Pero a pesar de que ha sido mucho más difícil, estamos muy cerca de lograr esa paz. Lo hemos hecho con rigor, con método.

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Al comienzo me rodeé de una serie de expertos internacionales que habían tenido experiencia real en negociaciones parecidas a la que estamos llevando a cabo. Por ejemplo, la mano derecha de Tony Blair, que tuvo una experiencia real en la negociación con el IRA, Jonathan Powell. Por ejemplo, el ex canciller israelí Shlomo Ben Ami, que fue uno de los arquitectos del acuerdo de Camp David. El comandante guerrillero Joaquín Villalobos, comandante de la guerrilla salvadoreña, principal negociador en los acuerdos de paz de ese país.
Nos hemos rodeado de académicos. El profesor William Ury, que es hoy uno de los grandes académicos y teóricos en materia de negociación. Con ellos diseñamos una hoja de ruta, un camino. Lo primero que decidimos fue que había que tratar, en la medida de lo posible, de definir la agenda como el paso fundamental. Y dijeron todos: ése es el 50 por ciento de una negociación. Si uno logra definir la agenda, el resto puede ser muy difícil, pero uno va avanzado en un 50 por ciento. Y eso fue lo que hicimos en forma secreta, no le contamos a nadie.
Además, era un termómetro sobre la verdadera voluntad de paz de la guerrilla, porque ellos tradicionalmente filtraban todo. Entonces, mantuvieron el secreto durante dos años.

Y finalmente, cuando logramos definir la agenda, lo hicimos público. Fuimos a Oslo, Noruega ha sido un país que nos ha ayudado muchísimo en este proceso, tiene incluso toda una infraestructura especializada para ayudar en procesos de paz. ¿Qué logramos en la agenda? Seis puntos. Los seis puntos son desarrollo rural, participación política, el tema del narcotráfico, el tema de las víctimas, el fin del conflicto y lo que hemos llamado la refrendación. Brevemente les voy a explicar de qué se trata cada punto.
El primero, que ya está negociado, no es nada diferente a un plan de desarrollo para el campo. Un campo que ha estado abandonado por 200 años, por causa de los conflictos internos en Colombia. Y Colombia es un país con gran potencial en materia agropecuaria. Entonces, ahí tenemos unos acuerdos que son más inversiones, más carreteras, más hospitales, más proyectos productivos. Y afortunadamente aquí hay campo para todos, no vamos a expropiar a nadie, sino que vamos a darles campo a muchos campesinos que hoy no tienen tierra. Y estamos restituyendo mucha de la tierra que fue usurpada por la violencia en años pasados. El segundo punto, participación política. ¿Entonces aquí qué hicimos?
Negociar más garantías para la oposición, representación de sectores o de zonas del país que no han tenido la representación necesaria por culpa del conflicto. Es un fortalecimiento de la democracia. Tercer punto, muy importante –yo insistí mucho en que tenía que estar ese punto–, el tema del narcotráfico. Colombia ha sido el primer exportador de cocaína durante los últimos cuarenta años. Nunca hemos dejado de serlo. Tenemos altos y bajos. Logramos derrotar a los carteles de Medellín, los carteles de Cali. Logramos derrotar esas grandes mafias a un costo altísimo. Tal vez el país que ha incurrido en más costos en la lucha contra las drogas –por eso también estamos liderando un nuevo enfoque en esa lucha contra las drogas– ha sido Colombia. ¿Pero qué ha pasado? Que precisamente, por presencia del conflicto armado, esa lucha a veces parece que fuera una bicicleta estática. Uno pedalea, pedalea, pedalea y mira a la izquierda y mira a la derecha, y todo sigue igual. Por un lado la parte internacional. Por eso estamos queriendo que se revise la guerra contra las drogas a nivel internacional.

Pero la parte interna se ha encontrado siempre con un poder militar de la guerrilla, de las FARC, que defiende ese negocio, porque es su fuente de financiación.
Y lo defiende en zonas muy remotas. Cuando llegan los helicópteros de la Policía o del Ejército con erradicadores, los reciben a plomo. Erradican, y como no pueden quedarse ahí, apenas se van inmediatamente resiembran. Y a veces siembran con matas más productivas que las que estaban sembradas antes. Entonces, esto es un sinfín. Ahora, por primera vez, vamos a tener la oportunidad de entrar como Estado, porque ya no nos vamos a encontrar con esa resistencia, sino que nos vamos a encontrar –y eso lo pactamos– con unos nuevos socios en la erradicación de los cultivos ilícitos por cultivos lícitos. Es un cambio de 180 grados para el futuro de Colombia. Yo no me hago ilusiones, no soy ingenuo. Supongamos que no van a colaborar, pero por lo menos no nos van a recibir a tiros o con minas antipersonales. Somos el segundo país más minado de todo el planeta, después de Afganistán.
El cuarto punto, el punto de las víctimas. Este es el primer acuerdo, el primer proceso de paz, en donde las víctimas se colocan en el centro de la solución del conflicto. ¿Por qué lo hicimos? ¿Por qué lo hice? Primero porque tiene un enfoque de derechos humanos. El tema de los derechos humanos en los procesos de paz es muy importante.
Tenemos más de ocho millones de víctimas registradas. Somos un país de 48 millones de habitantes. Entonces, si queremos tener una paz estable y duradera, tenemos que resarcir a las víctimas, tenemos que tenerlas presentes, tenemos que respetar sus derechos. ¿Y cuáles son los derechos de las víctimas?

El derecho a la verdad. Ahí se negoció ya una Comisión de la Verdad. Muchas veces las víctimas lo único que piden es que les digan dónde está su hija, su hijo, su papá, su hermano, sus seres queridos, dónde están enterrados, por qué los mataron. ¿Viven o están muertos? Es lo único que quieren muchas de esas víctimas. Pues ahí ya se negoció en la Comisión de la Verdad. El segundo derecho de las víctimas, el derecho a la reparación. En el año 2012 yo hice aprobar en el Congreso una ley histórica. Se llama la Ley de Reparación de Víctimas y Restitución de Tierras. Y comenzamos a reparar a las víctimas antes de que se terminara el conflicto. La gente me preguntaba: ¿Y por qué antes? Pues porque son tantas víctimas que si queremos comenzar a cicatrizar las heridas tenemos que comenzar desde ya. Y hasta el momento hemos reparado 600 mil víctimas, efectivamente, a un costo enorme. 600 mil víctimas. El país en la historia del mundo que más víctimas ha reparado no llega ni al 20 por ciento de lo que Colombia ya ha hecho en materia de reparación. Y vamos a seguir, porque creo que eso es lo que realmente hace la paz sostenible y duradera. También estamos restituyéndoles a los compesinos, como parte de la reparación: llevamos 200 mil hectáreas restituidas a los campesinos que fueron sacados por la violencia. Los estamos llevando, les estamos dando vivienda, crédito, proyectos productivos, para que rehagan sus vidas. Y el tema de la justicia, la justicia es el meollo de cualquier negociación de esta naturaleza. ¿Dónde traza uno la línea entre justicia y paz? Ese es el gran interrogante. Queremos el máximo de justicia que nos permita la paz. Y al comienzo la guerrilla decía con razón: ¿y por qué vamos a ser nosotros los primeros en la historia del mundo que vamos a dejar las armas para someternos a una justicia? Eso nunca había sucedido. ¿Por qué tenemos que ser nosotros los primeros? Les explicamos: porque el mundo ha cambiado, porque ahora Colombia es parte del Tratado de Roma, porque existe la Corte Penal Internacional, existe la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y porque moralmente es importante que sea una paz sin impunidad. Si es una paz con impunidad, es una semilla de violencia adicional en el futuro. Entonces, tiene que ser una paz sin impunidad. Y creamos, también por primera vez –este proceso ha tenido muchas cosas sui géneris que van a ser precedente para el mundo–, que las dos partes se ponen de acuerdo en una Jurisdicción Especial para la Paz, en la creación de un tribunal. ¿Cómo se va a juzgar y a quiénes van a juzgar? A los máximos responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Serán investigados, serán juzgados, serán condenados y serán sancionados. Eso también ya está negociado. Y por supuesto la no repetición, que es el conjunto de todas estas normas y de todas estas decisiones para que esto jamás se vuelva a repetir. El quinto punto, el punto de lo que llaman los americanos, los ingleses, el DDR. La desmovilización, el desarme y la reintegración de la guerrilla a la vida civil.

Hemos avanzado muchísimo en ese punto. Estamos ya en el número de zonas donde se van a ubicar. ¿Y cuánto tiempo van a tardar en entregar las armas? ¿Y quién va a recibir las armas? Las va a recibir Naciones Unidas. ¿Por mandato de quién? Por mandato del Consejo de Seguridad, que en forma unánime patrocinó una resolución diciendo que Naciones Unidas quiere participar y ofrecer ser los verificadores y los monitores de estos acuerdos de desarme y del fin del conflicto.
¿Y qué hace Naciones Unidas con esas armas? Por supuesto que las va a desaparecer. ¿Y en cuántas zonas y cuánto tiempo duran esas zonas mientras se reintegran los miembros de la guerrilla a la vida civil? Y nosotros tenemos ya mucha experiencia en eso, porque hemos desmovilizado a más de 58 mil combatientes, entre guerrilleros y paramilitares. Creo que no hay país que sepa hacer más esa reincorporación de combatientes, muchos de ellos nacieron en la guerrilla. Pues a esa gente ya sabemos cómo adaptarla a una vida normal. Los empresarios colombianos ya aprendieron que un guerrillero desmovilizado y readaptado es un buen trabajador.
Entonces, falta eso por terminar. Y el tema de la refrendación, que es un tema en el cual yo me comprometí. Yo no tenía ninguna obligación legal de prometer una refrendación por parte del pueblo colombiano. Ningún proceso de paz anterior a éste en Colombia ha sido refrendado y muchos de los procesos de paz en el mundo tampoco.

Pero sí me pareció que esto era tan importante, tan de fondo el paso que íbamos a dar, que esto requería la legitimidad necesaria para tener hacia el futuro garantías de seguridad y que el pueblo colombiano tenía que respaldar lo que se negoció.
¿Por qué un plebiscito? Simplemente por sustracción de materia. Un referendo –esto es una cuestión interna de nuestra Constitución–, un referendo tiene que ser una pregunta por pregunta. Eso es totalmente impráctico. Serian ochenta preguntas en un referendo, eso nadie lo puede votar y no tiene ninguna posibilidad práctica. El plebiscito es “aquí están los acuerdos, éstos son”. Están publicados, todos los acuerdos están publicados. Y vamos a tener que hacer una gran pedagogía sobre estos acuerdos, porque ha habido mucha desinformación. Y la gente va a tener la posibilidad de decir sí o no. Si dicen sí, se inicia… Hoy, en este momento, en este mismo instante, en el Congreso de la Republica están conciliando una reforma constitucional, ocho debates, en donde se establece una especie de ‘fast track’ para aprobar leyes y reformas que nos permitan implementar los acuerdos. En este momento se está votando en el Congreso. Y apenas sean refrendados los acuerdos por el pueblo, en una votación popular, entonces comenzamos a cumplir, a implementar, lo que hemos negociado. Creo que eso tiene mucha más legitimidad. Algunos hablan de golpe de Estado. Yo no me imagino un golpe de Estado donde no solamente participa el Congreso, sino la propia Corte Constitucional que va a revisar todos los acuerdos, y el pueblo colombiano los avala. Más garantías constitucionales en una democracia es difícil de encontrar. ¿Cuándo se va a terminar este proceso? Yo espero que muy pronto. Cada vez que digo una fecha se me devuelve como un bumerán, entonces no voy a decir fechas, pero estamos ya en lo último. Falta definir cierto detalle del fin del conflicto, cierto detalle de la refrendación, y falta que la Corte Constitucional le dé la bendición a una ley que aprobó el Congreso donde se convoca al plebiscito. Apenas se firmen los acuerdos, convoco al plebiscito, la población sale a votar. Si vota sí, seguimos adelante.Donde lleguen a votar que no, pues volvemos a la guerra, así de sencillo. Pero estoy seguro de que el pueblo colombiano es suficientemente responsable y diligente para decir que no quiere volver a la guerra.

Algunos se quejan de la Justicia, que no es suficientemente severa contra ciertos crímenes. Puede que tengan razón. Ningún proceso de paz es perfecto. Siempre quedarán descontentos de un lado y del otro. Pero creo que el equilibrio que hemos logrado es sensato. En este momento hay cerca de 22 conflictos en el mundo. Este es el único que tiene posibilidad de ser resuelto a través de una negociación política como la que estamos llevando a cabo. Por eso también ha generado mucho interés y apoyo. No solamente por ser un caso de éxito. Este es el último conflicto armado del hemisferio occidental. Es la guerrilla más vieja y más importante que ha tenido América Latina, que va a desaparecer. De manera que aquí tienen una serie de elementos que son muy importantes desde el punto de vista histórico.
Y con esto voy a terminar. Aquí en esta bahía de Cartagena fui marino. A mí me enseñaron a navegar aquí. Estuve en la Armada. Y me decían: usted tiene que tener un puerto de destino para poder llegar y utiliza los vientos, no importa si están fuertes, si hay mar picado, para llegar a ese puerto de destino. Ese principio básico, que después aprendí que el propio Séneca decía lo mismo, ha sido una norma de conducta en mi vida personal, familiar y como gobernante. Y cuando me propuse buscar la paz, la apliqué y la estoy aplicando con total contundencia. Yo tengo muy claro el tipo de paz que queremos. La definí desde hace seis años. Vamos a llegar a ella, no importan los vientos, no importa el mar picado. Porque creo sinceramente que es lo que le conviene a mi país, terminar esta guerra. Este país si ha progresado lo que ha progresado en medio de la guerra, pues imagínense ustedes lo que podríamos progresar sin esa guerra.

Muchas gracias.