En su primer viaje oficial al exterior, el flamante canciller de Brasil, José Serra, llegó a la Argentina con el objetivo de empezar a sentar las bases de la relación entre los nuevos gobiernos de ambos países. La visita pretende dar por superado el trauma político que generó el impeachment contra Dilma Rousseff y normalizar los vínculos comerciales y diplomáticos entre dos socios que se necesitan mutuamente. Las primeras señales dadas por Serra indican que Brasilia encarará la relación bilateral con pragmatismo y que no habrá demasiado margen para virajes profundos en los próximos meses.
El canciller brasileño arribará a Buenos Aires hoy a la noche y mañana temprano se reunirá con su par Susana Malcorra en el Palacio San Martín. No habrá conferencia de prensa conjunta. Aunque del lado brasileño había voluntad para ello, en el gobierno argentino quieren manejar la visita con máxima prudencia y se consideró inconveniente exponerse a preguntas incómodas acerca de la convulsión política en el país vecino. Luego de un almuerzo de ambas delegaciones en la Cancillería, Serra se trasladará a la Casa Rosada, donde será recibido por Mauricio Macri. Por la noche compartirá una cena privada con referentes públicos, y el martes regresará a Brasil.
La mayor atención está puesta en los planteos que traerá el canciller brasileño sobre el futuro del Mercosur. Se sabe que Serra nunca fue un amante del bloque, al que llegó a calificar como una “farsa” en el pasado. En su viaje lo acompañará Aloysio Nunes Ferreira, hombre de su riñón y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, quien esta semana habló de reformular el Mercosur para permitir negociaciones comerciales unilaterales con terceros países. Es un histórico reclamo del empresariado paulista, que ve con mucho desagrado la unión aduanera.
No obstante, más allá del discurso público, fuentes de la diplomacia brasileña y analistas consultados por PERFIL coincidieron en que el contexto internacional y el carácter transicional del gobierno de Michel Temer dejan poco espacio para transformaciones sustanciales en el corto plazo. “El cambio de gobierno en Brasil no es un evento del que puedan desprenderse tendencias de mediano plazo –señaló el economista Roberto Bouzas, rector a cargo de la Universidad de San Andrés–. Es un gobierno provisorio que no tendrá mucho margen ni legitimidad para iniciativas radicales, y es probable que la administración del período transicional ocupe buena parte de sus energías”.
Primer círculo. En opinión de Andrés Malamud, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, “el discurso inaugural de Serra replicó el de los cancilleres del PT: Argentina es el primer país que se menciona y el Mercosur es el primer círculo de la actuación internacional de Brasil”. El analista observó que “los gobiernos de los dos países consideran que el proteccionismo deterioró la productividad, pero ninguno es librecambista a ultranza; buscarán acuerdos, no apertura unilateral”.
Michael Shifter, presidente de Inter-American Dialogue, pronostica que Brasilia no dirigirá sus esfuerzos a lograr un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos en el mediano plazo. No por falta de voluntad, sino porque el contexto lo impide: en Washington, demócratas y republicanos libran una competencia discursiva por ver quién es más proteccionista. Mientras Donald Trump canta odas a las restricciones comerciales, Hillary Clinton debió pronunciarse en contra del Acuerdo Transpacífico (TPP) que Barack Obama no pudo imponer.
En ese marco, lo que sí parece plausible en el mediano plazo es un acercamiento entre el Mercosur y la Alianza Pacífico (Chile, Perú, Colombia, México), un objetivo en el que convergen Macri y Temer.
Al mismo tiempo, las negociaciones con la Unión Europea seguirán al tope de la agenda. Según Malamud, en ese punto la novedad viene marcada “por el cambio de gobierno argentino y no por el brasileño, que ya estaba a favor” cuando conducía Rousseff. Nuevos nombres, mismo escenario.
Un canciller con sus propias aspiraciones políticas
La conducción del Itamaraty calza justo con las aspiraciones políticas de José Serra, un ex candidato presidencial que despierta simpatías y rechazos en el seno de su propia fuerza, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Si lo administra con eficacia, el puesto de canciller le servirá para mantenerse en carrera hasta 2018, cuando se disputarán las elecciones presidenciales. Una de las condiciones que puso Serra para aceptar la Cancillería fue que se transfiriera a su órbita la Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones e Inversiones (Apex), un resorte clave para la política comercial que cuenta con un presupuesto de más de 500 millones de reales. El flamante canciller cree que una gestión eficiente del comercio exterior puede ser una plataforma potable para su proyecto personal. Sin embargo, no está claro que el comercio exterior pueda tener gran incidencia en la resolución de la crisis. “El éxito o fracaso de Temer dependerá de su astucia para articular una coalición que lo blinde de la Justicia; y de dar señales de estímulo para la inversión interna y externa –dijo a PERFIL Federico Merke, director de la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés–. Frente a eso, el papel del comercio en la reactivación será bastante limitado”.