París - El presidente francés, Nicolas Sarkozy, inició una semana clave en su pulseada con los opositores a sus reformas económicas, al entrar hoy en el sexto día del paro nacional ferroviario mientras el resto de los empleados públicos prepara para mañana una marcha de protesta.
Los servicios de trenes volvieron a sufrir hoy serios trastornos por sexto día en todo el país, mientras que los habitantes de París enfrentaron otro arduo viaje a su trabajo en todo tipo de medios alternativos. Los accesos a la capital mostraron de nuevo colas de hasta 300 kilómetros.
Sin embargo, una luz de esperanza de una solución surgió hoy cuando dirigentes sindicales aceptaron reunirse con el gobierno y las empresas estatales de trenes y subterráneos el miércoles para intentar destrabar el conflicto, que constituye el mayor desafío a las reformas de Sarkozy desde su asunción hace seis meses.
El gobierno había dicho inicialmente que no habría negociaciones hasta que los sindicatos no suspendieran la medida de fuerza, pero el ministro de Trabajo, Xavier Bertrand, dijo ayer que asistirá a las conversaciones del miércoles si constataba la existencia de una "dinámica de volver al trabajo".
Aunque las negociaciones están previstas para dentro de dos días, varios gremios, incluso el más combativo y radical, el ferroviario Sud-Rail, dijeron estar listos para sentarse en la mesa antes del miércoles, lo cual suma presión sobre el gobierno.
"La gente realmente está padeciendo la medida cuando podríamos acelerar el paso y negociar esta misma mañana", dijo el secretario general del sindicato ferroviario moderado CFDT, Francois Chereque, en declaraciones a la radio privada RTL.
En la sexta jornada de huelga, la empresa operadora de los subtes de París RATP dijo que la situación era mejor que en días anteriores, al afirmar que uno de tres servicios funcionaba con normalidad.
La compañía estatal de trenes SNCF, en tanto, informó que circulaban uno de cada dos trenes de alta velocidad (TGV).
Los gremios del transporte se oponen a los planes oficiales de eliminar el llamado sistema de jubilaciones especiales. Unos 500.000 empleados de estos sindicatos se jubilan un año y medio antes que los demás franceses, pero Sarkozy quiere que se jubilen a los 40 años, como el resto de los empleados públicos y privados.
El consejero social de la Presidencia, Raymond Soubie, se declaró hoy esperanzado de que se alcance una solución y se recupere la normalidad "a mitad de semana".
Pocos esperan un retorno a la normalidad al menos hasta después de mañana, para cuando está convocada una protesta separada de maestros, trabajadores postales y otros empleados públicos contra proyectos de recortar puestos de trabajo.
Fuente: Télam