Guernica, España- "Sólo pensaba si iba salir vivo", dice Luis Iriondo, al recordar lo aterrado que estaba en un refugio mientras llovían a su alrededor las bombas lanzadas el 26 de abril de 1937 por los aviones alemanes de la Legión Cóndor sobre el pueblo vasco de Guernica.
"Oía el ruido de los aviones, las explosiones de las bombas, sentía las bocanadas de aire caliente de las deflagraciones", recuerda Iriondo, que tenía 14 años cuando Guernica, un pequeño pueblo vasco cercano a Bilbao (norte), encajado entre pequeños montes verdes y atravesado por una ría, entró en la historia como el primer ensayo de guerra total.
A una semana de que se cumplan 70 años de aquella tragedia, que Guernica conmemorará con diversos actos, incluida la lectura de una declaración por la paz con representantes de otras ciudades bombardeadas como la japonesa Hiroshima o la alemana Dresde, Iriondo no tiene dudas: "Fue un acto terrorista".
"Con el terror contra la población civil querían hacer (el ejército franquista, ndlr) que se rindiera el ejército vasco", dice, mostrando en una
céntrica plaza de Guernica lo que queda del refugio donde aguantó el bombardeo, que arrasó el 75% del pueblo.
"Yo intentaba rezar, pero fue imposible con la constante tensión de esperar dónde caería la siguiente andanada", asegura. "Decían que iban a destruir un puente (que une las dos partes de Guernica) y destruyen toda la población civil que no tiene defensa, y al puente no le dan" como tampoco destruyeron las fábricas, entre ellas una de armamento, recuerda Pedro Baliño a la AFP.
También se salvaron el famoso árbol de Guernica, símbolo de las libertades del pueblo vasco. Durante tres horas, entre las 16.30 y las 19.30 los bombarderos de la Legión Cóndor, enviada por Hitler para ayudar a las tropas del general Francisco Franco, cuya sublevación contra la República española originó la Guerra Civil española (1936-1939), machacaron la pequeña villa vasca soltando 31 toneladas de bombas, muchas incendiarias.
"Volaban tan bajo que podíamos ver la cara de los aviadores", dice Baliño, entonces un adolescente de 16 años, antes de precisar que, entonces, los bombarderos y cazabombarderos mandados por el coronel Wolfram Freiherr Von Richthofen, primo de Manfred Von Richthofen, el famoso "Barón Rojo", eran los amos absolutos del cielo sin ningún tipo de oposición.
El mar, a nueve kilómetros al norte de Guernica, era la puerta de entrada de los aviones que seguían la ría en oleadas de tres aparatos en formación en V hasta llegar a su objetivo.
Ese día, Baliño y un amigo fueron a uno de los montes que encierran la ciudad en cuanto oyeron sonar las campanas de la iglesia, que servían de alarma antiaérea. Desde allí observó cómo "los aviones bombardeaban y ametrallaban a la gente en la calle".
Después del bombardeo, el pueblo se habían convertido en un infierno contra el que nada podían hacer los bomberos. "Guernica estaba ardiendo por los cuatro costados. Muchas bombas al caer no habían explotado y lo hicieron con el calor, horas después, todavía se oían
explosiones bom, bom... como si aún estuvieran bombardeando", recuerda este octogenario mientras muestra fotografías en las que sólo se ven ruinas calcinadas.
Iriondo, que acabaría siendo evacuado a Santander (norte) y de ahí a Normandía (Francia), en un barco inglés, salió del refugio buscando a su madre, a la que no encontraría hasta bien entrada la noche, después de toparse con muertos y heridos.
"Pasamos por un sitio donde un amigo me había dicho el día anterior que tenía un buen lugar, una pequeña hondonada, para en caso de bombardeo meternos allí y ver todo. Allí había un montón de cadáveres y allí murió él", recuerda
Iriondo.
En medio del terror y la desesperación, el primer encuentro de Baliño tras el bombardeo, antes de volver a ver a sus familiares, fue también con un grupo de hombres malheridos o muertos, muchos de ellos fallecidos en refugios antiaéreos hechos con simples sacos terreros.
"Había calles estrechas en las que hicieron refugios con sacos terreros entre las paredes. Eran poco seguros, si se hundían los edificios, los refugios también", explica Baliño.
El coste en vidas del bombardeo sigue sin aclararse aunque actualmente el número de víctimas varía, según los historiadores, entre 100 y 300. "No creo que fueran más de 400", afirma Baliño.
Aunque no fue el bombardeo más mortífero, Guernica ha quedado en la memoria como el primer ensayo de guerra total contra una población civil y de la táctica aérea que luego usarían los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.