Río de Janeiro.- Casi 126 millones de electores brasileños son esperados mañana en las urnas en la segunda vuelta de los comicios presidenciales, en los que los sondeos son unánimes en prever una victoria abrumadora del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, cuya ventaja es definida como "irreversible".
"El presidente Lula ya pueda encargar el traje que usará en la investidura", afirmó Carlos Augusto Montenegro, el director del Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (IBOPE, privado), que prevé que el actual presidente logrará un nuevo mandato con unos 26 millones de votos más que su adversario, el socialdemócrata Geraldo Alckmin.
La amplia ventaja de Lula fue conquistada en las últimas cuatro semanas, gracias a un giro en la campaña adoptado después del traspié sufrido por el mandatario en la primera vuelta, en la que no logró alcanzar la mayoría absoluta necesaria a conquistar la reelección y recibió sólo un 48,61 por ciento de los votos válidos, frente al 41,64 por ciento dados a Alckmin.
La no esperada segunda vuelta fue provocada por un escándalo de espionaje político protagonizado por el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, cuyos integrantes fueron detenidos el 15 de septiembre con 800.000 dólares en efectivo que serían utilizados para adquirir un "dossier" con acusaciones de corrupción a políticos del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) de Alckmin.
Pese a que las investigaciones policiales avanzaron poco en las investigaciones sobre el caso en los últimos 45 días, Lula logró "despegarse" del escándalo a través de una estrategia de contraataque durante la campaña hacia la segunda vuelta, en la que acusó a Alckmin de pretender privatizar empresas estatales como Petrobras y el Banco do Brasil.
Como resultado, el mandatario, quien cumplió el viernes 61 años de edad, fue ampliando su ventaja sobre Alckmin y, según las encuestas, logrará mañana una victoria abrumadora, con entre un 60 y un 64 por ciento de los sufragios válidos, un resultado que podría superar al logrado en 2002, cuando se convirtió en el primer obrero en ser elegido presidente de Brasil.
En un último intento de zanjar la diferencia de más de 20 puntos porcentuales que lo separa de Lula, Alckmin, un médico de 53 años apuntado por los analistas como un político "promercado", intentó anoche recuperar terreno arreciando sus ataques a los escándalos que afectaron al PT. "El pueblo está indignado por lo que pasó en el país en los últimos años, y que sigue pasando. El dinero de la corrupción es el que falta para el saneamiento básico, para la escuela, para los hospitales, para la seguridad pública", dijo Alckmin.
El socialdemócrata sostuvo además que escándalos como el de pago de sobornos a legisladores aliados involucraron a asesores cercanos de Lula, como el ex ministro jefe del Gabinete Civil, José Dirceu. "Compraron diputados, eso está comprobado, había dinero en la cuenta (bancaria). Las cosas ocurrieron dentro del palacio (presidencial) del Planalto", acusó.
Pese a los esfuerzos del candidato, los mismos aliados de Alckmin admiten que su derrota es inevitable: "Esa es la probabilidad más grande. Lula ganará por al menos 15 puntos porcentuales de diferencia", afirmó anoche el alcalde de Río de Janeiro, César Maia, quien apoya al representante del PSDB. El resultado final del duelo marcado por momentos de guerra abierta entre PT y PSDB se conocerá pocas horas después de que se cierren las urnas, a las 20:00 GMT de mañana.
Según el Tribunal Superior Electoral (TSE), alrededor de las 22:00 hora local (01:00 GMT) ya estará completado el escrutinio del 90 por ciento de las urnas, y antes de la medianoche podrá ser proclamado el resultado final de la votación informatizada, que se realizará a través de las llamadas "urnas electrónicas". En diez de las 27 unidades de la federación brasileña, se realizará simultáneamente a los comicios presidenciales la segunda vuelta de las elecciones para gobernador.
El PT de Lula, que conquistó en la primera vuelta las gobernaciones de cuatro estados, participa en la disputa en otros dos estados, Pará y Río Grande do Sul, y en ambos tiene a representantes del PSDB como rivales en disputas muy parejas y con desenlace imprevisible.