Montevideo - Después de haber dado pasos históricos para intentar restañar las heridas que dejó la última dictadura (1973-1985) y de consolidar la estabilización económica en su país, el socialista Tabaré Vázquez inicia hoy su tercer año como presidente de Uruguay aún sin cautivar plenamente a sus votantes.
Vázquez -un oncólogo de 67 años que proviene de una familia obrera- se convirtió el 1 de marzo de 2005 en el primer presidente de izquierda en la historia de Uruguay. Su mandato debe concluir en marzo de 2010.
Llegó al poder como líder del Frente Amplio, una coalición que nació en 1971 aglutinando a socialistas, comunistas, ex guerrilleros "tupamaros" y escindidos de los tradicionales Partidos Colorado y Nacional (o Blanco), entre otros grupos.
Lo hizo tras triunfar en la primera vuelta en los comicios de octubre de 2004, embanderado en la promesa de un "cambio" respecto a las gestiones de los partidos políticos históricos del país.
En sus primeros dos años la administración de Vázquez impulsó la búsqueda de restos de personas desaparecidas durante la última dictadura, lo que derivó en el histórico hallazgo de varios cuerpos en fosas clandestinas en predios militares.
Además, excluyó algunos casos de la ley que en 1986 amnistió a los responsables de violaciones a los derechos humanos durante el régimen de facto, y varios militares y policías en retiro fueron encarcelados por decisión de la Justicia.
En materia económica, con el gobierno del Frente Amplio continuó el ciclo de crecimiento de la actividad -favorecido por la bonanza internacional-, bajó el desempleo y mejoró el poder adquisitivo de los salarios.
Uruguay también canceló toda la deuda pendiente con el Fondo Monetario Internacional para "independizarse" de ese organismo, una vieja bandera de las izquierdas latinoamericanas. Todo eso sin grandes sobresaltos, aunque con nuevas reglas laborales que ofrecen mayor protección a los trabajadores, lo que es cuestionado por sectores empresariales del país.
No obstante, muchos votantes de Vázquez le reprochan que persisten los problemas de trabajo (el 9 por ciento de la población económicamente activa está desempleada) y aproximadamente una cuarta parte de los 3,3 millones de uruguayos sigue siendo pobre.
Algunas quejas también provienen de grupos del propio partido gobernante, que reclaman que la administración de Vázquez adopte un perfil más diferenciado de lo que hicieron en el pasado los "colorados" y "blancos".
En estos dos años en el poder las discrepancias internas en el Frente Amplio muchas veces fueron una piedra en el camino para el accionar de su gobierno. Un ejemplo de eso se dio en el intento de acercamiento comercial con Estados Unidos, algo que algunos ministros pretendieron concretara a través de un tratado de libre comercio y que otros -como el titular de Relaciones Exteriores, Reinaldo Gargano- procuraron evitar.
El contrapunto interno se saldó con la firma, en enero pasado, de un Acuerdo Marco de Comercio e Inversiones con ese país, que no implica ninguna concesión concreta, tampoco para Uruguay.
En los meses recientes, el Frente Amplio debió hacer frente a denuncias por supuestos manejos irregulares en el pasado que involucran a actuales jerarcas y a cuestionamientos éticos a un senador del oficialismo que falsificó documentos para operarse sin costo en los servicios de salud pública.
Mientras, con niveles de popularidad relativamente altos -en torno al 50 por ciento-, algunos dirigentes del Frente Amplio sugieren la idea de una reelección de Vázquez para un segundo período, algo que está impedido por la actual Constitución uruguaya.
Con tres años más como mandatario por delante, Vázquez se enfrenta al desafío de profundizar los cambios económicos y sociales por los cuales fue votado, de preservar los equilibrios internos en su fuerza política y de intentar que la izquierda siga gobernando en Uruguay más allá del 2010.
Fuente: DPA