De la Revolución de los Jazmínes en Túnez al levantamiento del Nilo, en Egipto, que terminó con el reinado de Hosni Mubarak, el rostro político de una región donde los vastos desiertos ampararon durante un siglo el florecimiento de regímenes pétreos ya no es el mismo. Y nadie sabe con certeza dónde la historia dejará de escribirse, si lo hace. Porque tras la caída de quien supo ser el hombre fuerte del continente por décadas, el mundo contempla ahora cómo los aires contestatarios desafían a la última leyenda africana en el poder, el jefe de Estado de Libia. ¿Puede Muamar Kadafi convertirse en el próximo Mubarak?
El hombre cuyo nombre se escribe de mil maneras es, sin dudas, el otro gran socio político de Washington en la región luego del giro impensado que dio a su revolución tercermundista y pro árabe cambiando su traje de “terrorista”, a los ojos del Departamento de Estado norteamericano, por el de aliado regional. Libia controla hoy el segundo PBI más rico del continente, detrás de Sudáfrica, aunque no pudo esquivar el malestar social de la crisis de 2008 siendo la exportación de petróleo su principal fuente de divisas.
Heredero del nasserismo egipcio como Mubarak, Kadafi comparte con el depuesto líder del Nilo sus raíces castrenses y rebeldes. El 1º de septiembre de 1969, junto a un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas libias, encabezó un golpe de Estado sin sangre que puso fin a la monarquía del rey Idris y proclamó la nueva República Arabe Libia.
Con sólo 27 años, su estrella tomaba vuelo con el idealismo panárabe que pregonaba el líder Gamal Nasser en El Cairo, soñando con la gran patria árabe de Libia, Egipto y Siria unidos, posicionándose en el eje de los No Alineados y ofreciendo refugio a todo movimiento anticolonialista del mundo. Soñó con impulsar el socialismo islámico, volcado en su legendario Libro Verde. Y en 1977, tras siete años de republicanismo parlamentario, rebautizó a Libia como la “Jamahiriya”, o el “estado de las masas”, regido por una red de consejos de participación popular comunal, un Congreso General del Pueblo y él mismo como “Hermano Fraternal y Guía de la Revolución del 1º de Septiembre”.
Su amistad con la causa palestina y el Kremlin, unida a su prédica antiestadounidense, lo pusieron en la lista de enemigos del Pentágono, que lo vinculó al financiamiento terrorista. En los 80, el presidente Ronald Reagan bombardeó su residencia en Trípoli: el líder libio se salvó pero una de sus hijas, Jana, no.
Más información, en la edición impresa del diario PERFIL.