Mientras el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana se enzarzan en una agria y peligrosa disputa por el poder, el nuncio apostólico en la Argentina, Emil Paul Tscherrig, el hombre que el papa Francisco eligió para acercar a las partes, volvió al país en silencio. Según pudo averiguar PERFIL, el mediador regresó a Buenos Aires tras el confuso recibimiento que tuvo su convocatoria para negociar el domingo, en la isla de Margarita, con sectores de la oposición adhiriendo a ese llamado y otros poniendo en cuestión su participación. Su lugar en la mesa de diálogo sería ocupado por el nuncio en Venezuela, Aldo Giordano.
Sin embargo, el Vaticano aún cree que hay margen para desactivar el conflicto en Caracas. La elección del religioso suizo no fue una sorpresa: es un hombre que cuenta con la confianza del Vaticano, tanto del Sumo Pontífice como del secretario de Estado, Pietro Parolin, antecesor de Giordano en Caracas.
Un moderado de perfil bajo, Tscherrig, de 69 años, cuenta con una vasta experiencia diplomática. Llegó a la Argentina para reemplazar a Adriano Bernardini, quien tenía una fría relación con el por entonces cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio. Bernardini, un tradicional miembro de la curia romana, se inmiscuía en la designación de obispos en Argentina, sin consensuar con el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Tscherrig, por el contrario, cultivó un vínculo cordial con Bergoglio, a quien trató sólo un año, ya que en 2013 fue designado Sumo Pontífice.
Ordenado sacerdote en 1974, ingresó en el servicio diplomático de la Santa Sede en 1978, tras obtener un doctorado en derecho canónico. Fue nuncio en Trinidad y Tobago, Jamaica, Bahamas. Luego, fue destinado a Corea. Antes de arribar en Buenos Aires, se desempeñó en Suecia, Dinamarca, Finlandia, Islandia y Noruega. En todas esas ocasiones, lidió con sociedades donde el catolicismo es una religión minoritaria. Al llegar a la Argentina, se encontró con un panorama radicalmente opuesto: debía tratar con centenares de obispos y la Iglesia ocupaba un lugar de preeminencia. Se instaló en el imponente Palacio Fernández Anchorena, sede de la Nunciatura ubicada en la avenida Alvear, sin saber que a los pocos meses sería “ascendido”, al convertirse en el embajador de la Santa Sede en el país natal del nuevo Papa.
El religioso fue una pieza clave de la aceitada relación entre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y Francisco. “Es una persona que ha contribuido en el vínculo entre la Secretaría de Estado vaticana y el gobierno argentino en los últimos años. No tengo más que palabras de elogio y reconocimiento para él. Es de una calidad humana excepcional”, afirmó a este diario Guillermo Olivieri, ex secretario de Culto.
Fue protagonista secundario de una comedia de enredos con el gobierno. El Papa le envió en 2014 a la presidenta una felicitación por el 25 de Mayo. El nuncio encomendó la misiva a su chofer, quien la dejó en Casa de Gobierno. Tras ser difundida por Presidencia, Guillermo Karcher, de ceremonial del Vaticano, desmintió que el Sumo Pontífice enviara esa carta. Horas después, se rectificó y aseguró que era verdadera.
Alerta. Human Rights Watch (HRW) envió ayer una carta a Francisco, en la que aseguró que, para que haya un “diálogo fructífero” entre el Gobierno venezolano y la oposición debe reconocerse “la responsabilidad” de las autoridades en la crisis. “De lo contrario, solamente ofrecerá una nueva distracción a las autoridades venezolanas para demorar las medidas que son necesarias para proteger los derechos humanos y restablecer un mínimo orden democrático”, dijo José Miguel Vivanco, director para América de HRW.