‘Annuntio vobis gaudium magnum: habemus papam Francesco’. Explosión de júbilo entre los fieles reunidos en el Vaticano mientras Jorge Maria Bergoglio se asoma por primera vez y saluda con un simple y contundente “buona sera” desde la ventana más famosa de la plaza de San Pedro.
Fue una imagen del último miércoles, pero ya parece haber pasado un siglo. Fue una situación muy comentada y traducida a distintos idiomas que coincidieron en destacar la soltura de aquel saludo papal.
Pasó un puñado de minutos y los expertos de política vaticana empezaron a susurrar: “Atención con esa muestra de sencillez. Fue un gesto muy mediático. Podemos tener un nuevo Juan Pablo II”.
La renuncia a leer un discurso preparado fue el primer acto que sedujo al mundo entero la misma tarde de la elección el nuevo papa. Fue un mensaje entendido por todos. Después de la fumata blanca, Bergoglio estuvo coloquial y se mostró distendido. Sonrió y alegró al Vaticano. También se mostró apenas emocionado, como un viejo actor de vasta experiencia.
No estaba en la lista de los favorecidos. Pero salió al mundo sin mostrar timidez. Demostró que sabía lo que quería. “Bergoglio nunca fue un outsider –comenta a PERFIL un alto prelado napolitano–. Fueron muchos años de preparación del argentino para que llegara este día”, agrega el religioso.
El fenómeno de Francisco también fue analizado por un franciscano de Asís, que llegó a Roma para saludar al nuevo papa. “Si la herencia de la capacidad de movilizar las masas que tuvo Juan Pablo II es algo bien pesado de llevar, la mejor forma para medirse con ella es mirar hacia los jóvenes. Y creo que Bergoglio lo puede hacer”, dijo el franciscano.
Juan Pablo II no sólo llenaba las plazas, sino llenaba las plazas de gente muy joven. Eran los famosos “papaboys” que se presentaban en centenares de millares a Roma cada vez que el polaco los convocaba. “Convocar a la juventud: este será el verdadero desafío del nuevo papa”, agrega el franciscano.
La gran prueba de Francisco será probablemente su viaje a América latina en julio. Lo espera la calurosa Brasil, más precisamente, la ciudad de Río de Janeiro. Allí se desarrollará el encuentro más concurrido de los jóvenes católicos.
En su primer discurso hacia los fieles Bergoglio habló de sí mismo como el papa que viene “del fin del mundo”. Una frase que a muchos en Italia recordó el encanto de aquel “si me equivoco, me van a corregir ustedes”, que usó Karol Wotjla en 1978 para ganarse la simpatía de la gente que llenaba la plaza San Pedro.
La disponibilidad mostrada por Bergoglio de mezclarse con la gente es otro trato que a muchos recuerda la capacidad de ejercer carisma de Juan Pablo II. “Y, cuidado, este papa además es latino”, avisa un cardenal.
El domingo pasado, cuando todavía no había sido entronizado pero ya había sido elegido, Bergoglio se fue a la iglesia de Santa Anna, una iglesia muy chiquita que queda adentro del Vaticano. Saludó, uno a uno, a todos los presentes. “Nos habló como un cura, como un párroco –se emocionó una parroquiana–. Nunca hizo gala de que era un un papa todopoderoso”.
Si este acercamiento con el pueblo religioso encanta a los fieles, también es cierto que preocupa a la gendarmería vaticana, encargada de proteger la seguridad del vicario de Cristo. “Esperemos que en los próximos días esté un poco más tranquilo, porque de lo contrario nos volverá locos a todos”, confesó al diario italiano La Stampa uno de los guardaespaldas del papa.
La gran mayoría de la prensa italiana, que no supo prever la elección de Bergoglio, parece cada día más entusiasmada por los primeros actos del argentino. “Hay una santificación en vida”, comenta cáustico un cardenal que había jugado todas sus cartas con el italiano Angelo Sodano, y perdió.
Ayer hubo una estampida de aplausos en San Pedro cuando se difundieron las imágenes de las dos misas papales de la mañana: la primera con los diplomáticos acreditados en el Vaticano, la otra con los jardineros y los recogedores de basura de la ciudad. “Invita a los pobres a participar de las celebraciones del jueves santo”, escribe el diario La Reppubblica. Los medios también destacan que va a ocupar menos habitaciones para vivir en la sencillez. Quien se atreva a entrever un estilo populista, será tachado de negativo.
Todos los días aparece, en algún lado, una foto de los zapatos negros de Francisco, comunes y corrientes, iguales a los que utilizaba para caminar las calles porteñas de Buenos Aires. “La televisión muestra más imágenes de los pies del Papa que de su propia cara”, comenta un fotógrafo veterano de la Ciudad vaticana. Es que los zapatos rojos diseñados por Prada, el estilista de las celebrities europeas, ya no se ven por la Santa Sede. Eran los que utilizaba Benedicto XVI, el antecesor de este papa mucho más terrenal y mediático.
Misa junto a recolectores de basura y jardineros
El papa Francisco volvió ayer a dar muestras de sencillez, al celebrar una misa en la Casa de Santa Marta con unos treinta recolectores de basura y jardineros del Vaticano, a quienes sorprendió al sentarse junto a ellos durante el oficio religioso para realizar una plegaria personal.
Al Pontífice se lo vio sentado, solo, rezando en las sillas del fondo de la sala. El gesto cosechó emoción y elogios de los trabajadores presentes. “Somos los invisibles. Encontrarse frente al Santo Padre, en una misa, para nosotros es una cosa que no sucede todos los días. Me daba vuelta y veía la cara de mis compañeros. Salimos todos con los ojos brillosos”, contó a Radio Vaticana Luciano Cechetti, responsable del servicio de los jardines y la limpieza urbana.
La sorpresa fue tan grande, que los recolectores de basura y jardineros de la Santa Sede no podían creer lo que habían vivido pocas horas antes. “Fue una misa verdaderamente muy simple, a contacto directo con quien hace pocos días fue electo Pontífice. Le agradecimos tanto, especialmente cuando nos saludó al final de la misa. Fuimos presentados uno a uno y para cada uno de nosotros tuvo una palabra. Lo que nos dijo a todos fue recen por mi”, explicó Cechetti.
Varios de los trabajadores le pidieron visitar juntos los jardines del Vaticano y el Papa sólo hizo una señal de aceptación con la cabeza. “El Papa –contó el vocero de la Santa Sede Federico Lombardi– nos envió un breve y poderoso pensamiento muy bello: es necesario abrir el corazón al amor”.