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Un tango en Moscú

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Reunión. Putin destacó la dimensión histórica de la relación; Fernández hizo una lectura sesgada. | cedoc

“Nuestro norte, la base inconmovible en que ha reposado nuestra acción, ha sido –y en eso declino todo mérito– la continuidad invariable de la noble tradición internacional argentina: nuestro culto inmutable por la justicia internacional y por la paz”. Carlos Saavedra Lamas.

En este siglo XXI globalizado e interdependiente, las misiones presidenciales al exterior constituyen un elemento positivo y relevante de la diplomacia presidencial.  En este contexto, la reciente gira del presidente de la Nación a Moscú, Beijing y Barbados es, en sí, un hecho importante que merece ser ponderado con equilibrio y sensatez.

En el caso de la relación con la Federación de Rusia, las relaciones formales y oficiales se remontan al año 1887, presidencia de Miguel Juárez Celman y el zar Alejandro III y, con interrupciones, continuaron a lo largo de la era soviética y de la actual Federación de Rusia.

Varios regímenes, una sola Rusia: Tolstoi, Dostoievski, Pushkin, Gogol, Akhmatova, Pasternak, Stravinski, Chagall, Kandinsky, Tchaikovski, Rachmaninov…

La actual relación bilateral se desarrolla bajo el paraguas de la categoría de Asociación Estratégica Integral, acordada en el año 2015, durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y por un Plan de Acción de cincuenta puntos.

Este marco práctico constituye la hoja de ruta bajo la cual se desarrollan las relaciones bilaterales desde el año 2015, y que se ha ido fortaleciendo, ampliando y perfeccionando desde entonces.

¿Cómo evaluar los resultados de la visita presidencial? Por el momento, creo que es posible hacer algunos comentarios preliminares, basados en lo que ha trascendido públicamente, así como en mi experiencia como embajador ante la Federación de Rusia entre junio de 2017 y octubre de 2020.

Para ello, parto de la premisa de que, entre otros, los principales objetivos prácticos de la gira del presidente de la nación fueron apuntalar y ampliar mercados para las exportaciones argentinas, buscar nuevas inversiones, así como también fortalecer la imagen y credibilidad del país. El Presidente viaja en el marco de un momento preciso de la relación bilateral; por lo tanto, tiene que ser muy cuidadoso y hábil y sumar tangibles e intangibles a la ampliación de la misma. Las relaciones entre las naciones y pueblos son un continuo, las reuniones entre presidentes son efímeras y coyunturales.

En enero de 2018, el entonces presidente, Mauricio Macri, estuvo en visita oficial en Moscú, año en que se reunió dos veces más con el presidente Vladimir V. Putin: en junio, en Johannesburgo, en ocasión de una reunión de los Brics, y en noviembre, en Buenos Aires, en ocasión de la Cumbre del G20, en la que el presidente Putin fue recibido además en visita oficial bilateral.

La mecánica y el protocolo de las reuniones presidenciales en el Kremlin tienen un formato dual. Primero una reunión reducida, generalmente presidente y tres acompañantes, y luego un almuerzo amplio con toda la delegación. En el caso de la visita del presidente Fernández, entiendo que por protocolo covid, la primera reunión se limitó a los dos jefes de Estado. Y al comienzo de esa reunión, los dos jefes de Estado tienen unas palabras iniciales púbicas para la prensa y, luego de finalizado el almuerzo, hay una conferencia de prensa conjunta.

Yo me voy a limitar a estos dos momentos, ya que por experiencia –en enero de 2018 acompañé al entonces presidente, Macri, en los dos segmentos de la reunión en el Kremlin– lo que no es público es solo motivo de especulación. Como solía decir el ex primer ministro británico Harold Mcmillan: “Events, my dear boy, events!”.

De las declaraciones de prensa de ambos presidentes al final de la reunión surge que hay posibilidades de incrementar la cooperación bilateral e inversiones en áreas tales como:

*Ferrocarriles: a través de la empresa rusa Transmashholding, que inició sus operaciones en Argentina en 2017 con un programa de inversiones de alrededor de 200 millones de dólares (recuperando y ampliando los talleres de Mechita), y que ahora ha ganado una licitación por 864 millones de dólares para el suministro de 560 vagones del tren eléctrico Ivolga.

*Rosatom: la corporación nuclear estatal de la Federación de Rusia está dispuesta a construir centrales nucleares, incluyendo una central nuclear flotante.

*Ampliación de  la cooperación en base al Protocolo entre el gobierno de la Federación de Rusia y el gobierno de la República Argentina sobre Cooperación en el Campo de la Exploración y Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos, firmado en octubre de 2019.

*Cooperación en materia bancaria, sobre la base de la firma del memorándum de cooperación entre los respectivos bancos centrales en mayo de 2020.

*Posibilidades de cooperación en prospección geológica, infraestructura de gas y petróleo, energía renovable, industria química y construcción de maquinaria.

*Cooperación en área de salud, a partir de la fabricación de Sputnik V en el país.

Hasta aquí, McMillan; ahora algunas reflexiones personales.

Como señalé al comienzo de este artículo, todo viaje presidencial es necesario, relevante e importante, y es ponderado a través de gestos, actitudes, declaraciones y acuerdos. 

En el caso de la visita del presidente Alberto Fernández a la Federación de Rusia, la misma se produjo en un momento de tensiones internacionales en torno a Ucrania y a la relación más amplia entre la Federación de Rusia y los Estados Unidos, y con Europa. En este contexto, hubiera sido muy importante que, en las manifestaciones públicas, el presidente de la Nación hubiera reiterado principios históricos de la política exterior argentina: no uso de la fuerza, soluciones pacíficas de las controversias, respeto a la soberanía e integridad territorial, fortalecimiento del marco multilateral en desmedro del great power politics.

También es importante subrayar que el presidente de la Nación, en un sistema de alternancia democrática, ocupa la jefatura del Estado por un tiempo limitado y es parte de la continuidad de dicho Estado. Por lo tanto, su función es velar por el progreso y desarrollo del pueblo y nación argentinos. Ello lo debe llevar a evitar criticar a predecesores y a otros países en los viajes al exterior, ya que ello quita credibilidad y efectividad a los objetivos buscados.

En este caso en particular, mientras el presidente Vladimir V. Putin habló en la conferencia de prensa de que “durante 150 años nuestros países han estado unidos por relaciones amables y amistosas…”, el presidente Alberto Fernández hizo una lectura sesgada de la relación bilateral e introdujo, sin sentido y con mucho hubris, la referencia al corsé de los EE.UU. y del FMI.

Bien decía el ex presidente Arturo Frondizi – el primer jefe de Estado argentino en mundializarse– que la política internacional de un país no es una abstracción fundada en puros conceptos, sino un instrumento de realización nacional, una herramienta de los pueblos para asegurar su existencia y su prosperidad dentro del marco de la comunidad universal.

Esta es la visión de un estadista.

 

*Miembro del Servicio Exterior de la Nación. Ex embajador ante la Federación de Rusia.