Álvaro Uribe nunca estuvo más cerca de un tercer mandato presidencial que el día que se anunció la liberación de Ingrid Betancourt. En cuestión de horas, el mandatario se convirtió en el salvador de Colombia y en un héroe indiscutido que había sabido combinar mano dura con estrategia e inteligencia.
Sobraron evidencias de que la liberación de Betancourt había implicado para Uribe una inyección de popularidad: según la consultora Gallup, el rescate le valió al mandatario un aumento de imagen positiva del 76 al 84%. El porcentaje (que según algunas encuestadoras alcanzaba el 92%) le garantizaba una victoria segura en las próximas elecciones.
Sin embargo, lo que quizás no midió el presidente fue la explosión de popularidad que la liberación le valdría a la propia Betancourt, ex candidata presidencial al momento de su secuestro en febrero del 2002. Del 60% de imagen positiva, la franco-colombiana había alcanzado un 83% tras las primeras imágenes que la mostraron en libertad.
El dato no era menor: durante los últimos años no había surgido ningún aspirante a la Presidencia con chances reales de superar a Uribe en las elecciones del 2010, en las que el mandatario intentará conseguir un tercer mandato.
Hoy, sin embargo, todavía resta averiguar si Betancourt puede ser una amenaza para Uribe.
Aunque durante los últimos días la ex rehén aseguró que por el momento no piensa volver a Colombia y afirmó que la Presidencia “no es su prioridad”, está cada vez más cerca del venezolano Hugo Chávez, en quien confía ciegamente para lograr la liberación de todos los secuestrados por las FARC.