El único momento en el que Mario Vargas Llosa pierde la calma y altera la voz es cuando se lo enfrenta al “galimatías indescifrable de la Argentina”. Antes de eso nada parece alterarlo demasiado: ni el presidente venezolano, Hugo Chávez, que lo ha convertido por estos días en el enemigo público número uno de su revolución bolivariana, ni los gritos e insultos que le dedican los grupos de organizados chavistas que sitian el hotel donde se aloja, ni los programas de TV “chavistas” que lo llaman “agente del imperio yanqui y de la ultraderecha capitalista”, ni el recuerdo amargo de la decepción que a mediados de los sesenta le produjo la Revolución Cubana, “que me parecía una revolución distinta, libertaria”.
Para Vargas Llosa, Chávez encabeza, junto con los hermanos Castro, “una izquierda reaccionaria, troglodita, que aún cree en el comunismo y en el estatismo”, en la que también militan el boliviano Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa, que se contrapone a “una izquierda liberal, progresista”, que defiende el capitalismo y la economía de mercado, como ocurre con la chilena Michelle Bachelet, el brasileño Luiz Inácio “Lula” da Silva y el uruguayo Tabaré Vázquez. Sin embargo, a sus 73 años y con mucho recorrido no sólo en la cultura sino también en la política (fue candidato presidencial en Perú en 1990), no logra ubicar a los Kirchner, a quienes considera los exponentes de una “ degradación política e intelectual”, y a la Argentina en ese mapa político e ideológico.
“Siempre entro en la perplejidad y la confusión cada vez que me preguntan por la Argentina. Yo creo que entiendo todo en política latinoamericana salvo la Argentina. Para mí, la Argentina es una especie de galimatías indescifrable”, le dice Vargas Llosa a PERFIL.
—¿Qué es lo que no entiende?
—¿Cómo se puede entender el caso de Argentina? Un país que era democrático cuando tres partes de Europa no lo eran; un país que era uno de los más prósperos de la Tierra cuando América latina era un continente de hambrientos, de atrasados. El primer país del mundo que acabó con el analfabetismo no fue Estados Unidos, no fue Francia; fue la Argentina con un sistema educativo que era un ejemplo para todo el mundo y que constituía un instrumento extraordinario de creación de igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos. Ese país, que era un país de vanguardia, ¿cómo puede ser que sea el país empobrecido, caótico, subdesarrollado que es hoy? ¿Qué pasó? ¿Alguien los invadió? ¿Estuvieron enfrascados en alguna guerra terrible? No. Los argentinos se hicieron eso. Los argentinos eligieron a lo largo de medio siglo las peores opciones y además siguieron eligiendo las peores opciones a pesar de todas las experiencias negativas.
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(*) Editor jefe de DIARIO PERFIL