La semana pasada, con 82 años de vida, falleció H.M., un nombre en clave para preservar su verdadera identidad, en Windsor Locks, Connecticut, EE.UU. Su particular historia de vida lo relacionó para siempre con la neurociencia. A la temprana edad de 9 años, por un accidente con trauma craneoencefálico severo, comenzó a presentar graves convulsiones, que le impedían vivir con normalidad. Así fue que a los 27 años se le realizó una neurocirugía con el objetivo de controlar las convulsiones. Para ello se le resecó una pequeña porción, del tamaño de dos dedos, de una zona del lóbulo temporal del cerebro, denominada hipocampo (por su forma de “caballito de mar”).
Al recuperarse H.M. de la cirugía, las convulsiones habían remitido pero, sorprendentemente, el paciente había perdido la capacidad de almacenar nuevos datos en su memoria. Así fue durante toda su larga vida: solo tuvo memoria de los sucesos anteriores a su cirugía, pero ¡no pudo recordar ningún episodio nuevo!
Cada vez que se encontraba con sus médicos, que lo estudiaron durante toda su vida, para H.M. era como la primera vez. Cada vez que pasaban algunos minutos de cualquier suceso, el mismo se borraba para siempre de su recuerdo. Desde ya que el estudio de este caso permitió entender la importancia de estas zonas del lóbulo temporal para adquirir nuevos datos y retenerlos.
Quizás algunos personajes de la política argentina actual deberían ser estudiados en el funcionamiento de sus hipocampos. Escuchamos decir –y hasta escrachar a los gritos, en forma fascista intolerable, digamos todo– que los 130 mil muertos por covid-19 del país han sido “culpa” de un ex ministro. Al parecer, han olvidado que los casi 6,5 millones de muertos en el mundo a lo largo de la pandemia fallecieron por la aparición de un nuevo virus para el cual no teníamos tratamiento ni vacunas, y que era de una gravedad inusual para virus respiratorios.
En Argentina, debemos sumarle a la gravedad del virus que se atendió la pandemia con un sistema de salud público descuidado por varios años de desinversión, incluso sin ministerio rector. No podemos olvidar que más del 50% de la atención de terapia intensiva en el país se hace en el sector público. Y que el 100% de las políticas de prevención y vacunación son también responsabilidad del sector público. Y por supuesto, no olvidemos que el contexto fue una situación de quebranto económico con la que se llegó a la pandemia. Creer que la capacidad de negociación no depende también de la capacidad de pago es no entender cómo se mueven el mundo y la industria farmacéutica.
Es verdad que por responsabilidad indirecta y en estudio se vacunaron antes de tiempo diez personas que saltearon su turno. Y que por este motivo un ministro renunció a su cargo, y la Justicia lo investiga. Hubo, hay que decirlo, múltiples casos similares en todas las provincias, gobernadas por todos los partidos políticos, y también en casi todos los países del mundo, sin que esto le quite la gravedad al evento. Más bien lo contextualiza. Pero que alguien impute a estos hechos todas las muertes por covid-19 es tan burdo que no debería ser tenido en cuenta.
¿Y qué pasó con la demora en la compra de vacunas? ¿Hubo demora? ¿No es acaso culpa del gobierno que la Argentina haya vacunado tarde a su población? ¿Se vacunó tarde a la población?
Otros claros ejemplos de amnesia de hechos recientes para el estudio. Para quienes hemos seguido de cerca las negociaciones con los laboratorios, que comenzaron antes de la aprobación de las vacunas por el organismo de registro, sabemos que llegaron a la Argentina en cantidad y calidad mejores incluso que a muchos de los países de la región.
¿Y Pfizer? Es falso de total falsedad que las vacunas “americanas” pudieron llegar mucho antes y en cantidades que hubieran cambiado los resultados sanitarios del país.
Sí es verdad que el marco legal, votado por todo el Congreso de la Nación, es decir por Diputadas/os, Senadoras/es, de todos los bloques, fue objetado por las empresas norteamericanas que requirieron un DNU rectificatorio varios meses después para poder contratar con ellas. Pero es también verdad que no fue por una “palabra agregada a un texto” ni por una “decisión comercial equivocada”, y sobre todo y lo más importante, no cambió para nada la implementación del plan de vacunación y sus resultados.
No es cierto que esto generó una menor cantidad de argentinos vacunados, dado que el país había comprado vacunas tan efectivas como las americanas, en las cantidades posibles y disponibles en ese momento.
El DNU y la rectificación surgieron solo cuando la indicación para menores de edad hizo que las vacunas americanas tuvieran una ventaja competitiva real, y en ese momento se compraron.
Murieron muchos argentinos en la pandemia, pero hacer prensa y/o política con sus muertes es de una bajeza atroz, y se hace permanentemente, incluso incentivando o, en su versión más moderna, justificando los escraches públicos. La única verdad que debe importarnos es la comparación entre tasas de mortalidad, o “excesos de mortalidad”, entre países que vivieron las mismas condiciones que el nuestro. En lo posible diferenciando por edad, estado de vacunación y condiciones de salud propia. En todos los estudios serios que se han realizado hasta ahora, y son varios, los resultados de nuestro país con ellos son más que satisfactorios.
La amnesia de algunos políticos argentinos les hace olvidar que en la gestión del presidente Macri no solo nos quedamos sin Ministerio de Salud. Faltaron vacunas porque se consideraron caras. Resurgió el sarampión en provincia de Buenos Aires por falta de vacunas. Los jóvenes de 11 años quedaron sin vacunarse contra el meningococo, por falta de vacunas. Faltaron insumos para el programa de salud sexual y procreación responsable, para el programa de VIH, para el programa Remediar. Creer que esa gestión hubiera sido más efectiva en una pandemia no es una acto de amnesia sino de delirio colectivo, o de esperanza injustificada.
Construir un país requiere de una historia compartida. Una historia compartida requiere de una memoria intacta. Se habla con mucho prejuicio del “relato” oficialista o el “relato” opositor. Construir un “relato” común en los grandes temas es responsabilidad de todos. El duelo de la pandemia va a quedar en nuestra memoria para siempre pero debe basarse en la historia lo más real posible.
La neurociencia encontró gracias a H.M. el lugar del cerebro responsable de la memoria. Nuestra responsabilidad es encontrar en los datos ciertos, científicos y validados la nuestra.
*Senador nacional (Frente de Todos Tucumán) y presidente de la Comisión de Salud del Senado.